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El FMI, ¿al rescate de América Latina?

La región y el organismo financiero escriben un nuevo capítulo. Esto dice la historia.

  • Diez países de la región ya han accedido a créditos con el FMI para soportar la pandemia. El organismo tiene una larga y polémica historia en Latinoamérica. Foto: AFP.
    Diez países de la región ya han accedido a créditos con el FMI para soportar la pandemia. El organismo tiene una larga y polémica historia en Latinoamérica. Foto: AFP.
  • Enfrentamientos entre los manifestantes y las fuerzas del orden en Quito, Ecuador, el pasado mes de octubre de 2019 debido a medidas económicas del ejecutivo en el marco de su acuerdo con el FMI, FOTOS: Reuters, EFE y AFP
    Enfrentamientos entre los manifestantes y las fuerzas del orden en Quito, Ecuador, el pasado mes de octubre de 2019 debido a medidas económicas del ejecutivo en el marco de su acuerdo con el FMI, FOTOS: Reuters, EFE y AFP
  • Enfrentamientos entre los manifestantes y las fuerzas del orden en Quito, Ecuador, el pasado mes de octubre de 2019 debido a medidas económicas del ejecutivo en el marco de su acuerdo con el FMI, FOTOS: Reuters, EFE y AFP
    Enfrentamientos entre los manifestantes y las fuerzas del orden en Quito, Ecuador, el pasado mes de octubre de 2019 debido a medidas económicas del ejecutivo en el marco de su acuerdo con el FMI, FOTOS: Reuters, EFE y AFP
09 de junio de 2020
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En un mundo obstinado por la quimera del futuro post-pandemia, convencido de que la historia ya ha caducado incluso como fuente de lecciones, América Latina parece dispuesta a recurrir a fórmulas del pasado.

La receta se resume en tres letras, Fondo Monetario Internacional (FMI), ligadas durante el último medio siglo al devenir del continente. En un contexto pesimista, abocado a la crisis, Colombia recibió el aprobado a la renovación y ampliación de una línea de crédito que ya dispone de 17.200 millones de dólares.

La retórica del anuncio se concentró en la explicación del formalismo. Es una línea de préstamo de carácter preventivo que data de 2009, dijo el Banco de la República; es una “tarjeta de crédito”, comparó Andrés Pardo, exviceministro de Hacienda, “cuando se va a vencer, uno pide que se la renueven”.

Nunca fueron necesarias tantas anotaciones al pie. El mundo no vivía una pandemia en 2009. “Estamos asistiendo a una emergencia inédita” anota Alejandro Torres, doctor en economía de la Universidad Eafit. “La situación es tan compleja que los gobiernos, a pesar de que hagan todo el esfuerzo fiscal en sus manos, difícilmente podrán tener los recursos suficientes para sostener los gastos que se avecinan”.

La vigencia del organismo financiero, creado especialmente para acudir en callejones sin salida, se fortalece. Hasta el pasado 1 de junio diez países latinoamericanos habían recibido desembolsos por créditos del FMI para soportar la pandemia, de entre 300 y 650 millones de dólares. El coronavirus reúne a Latinoamérica con un viejo conocido.

Una relación “tóxica”

Sepultar el pasado. En 2005 Néstor Kirchner prometió a los argentinos reiniciar la historia sin la carga de los viejos pecados, pagando por completo, y de un plumazo, los casi 10.000 millones de dólares que su país adeudaba al FMI. Con su decisión, América Latina terminaba oficialmente todo compromiso con el Fondo Monetario y se proponía olvidar una “década perdida

Así ha llamado la historia a la seguidilla de acontecimientos que se desencadenaron en 1982, que tuvieron como protagonista al FMI, y que definieron a la región. En agosto de ese año México reconoció que no podía pagar los créditos que había adquirido con bancos comerciales. A los mexicanos los siguió casi la totalidad del continente. Era la primera crisis de deuda generalizada a la que el mundo asistía.

“El Fondo asume, entonces, una posición de tercero en la negociación. Los países decían ‘yo no tengo con qué pagar’ y los acreedores privados respondían ‘yo necesito que me paguen’. El Fondo mediaba entre ambos y le decía a los Estados ‘yo les puedo entregar esa liquidez pero necesito que hagan reformas’”, explica Torres. Así se graduó el FMI de manager de la crisis.

La mediación consistía, - señalan Pablo Nemiña y Juan Larralde en “Etapas históricas de la relación entre el Fondo Monetario Internacional y América Latina”- en que antes de aprobar cualquier crédito a algún país endeudado, el Fondo exigía a los bancos la renegociación de los plazos de la deuda atrasada, lo que, sostienen los expertos, les otorgó un poder de veto virtual sobre la aprobación de los rescates. Así, dicen, se explica que “79% de los acuerdos suscritos entre 1983 y 1990 incluyeran algún tipo de condicionalidad favorable a los bancos”.

Durante los 80 América Latina contrajo compromisos con el FMI y aceptó acuerdos de pago con los bancos comerciales que desaparecerían los recursos que había acumulado de años anteriores. De ahí lo de “década perdida”. Los desembolsos del Fondo se doblaron durante esos 10 años y los siguientes, cuando la crisis de deuda y sus consecuencias aún afectaba economías como la mexicana o la brasileña.

Entre 1982 y 2002, —según Nemiña y Larralde— el FMI desembolsó US$157.451 millones, contra US$15.982 millones que prestó entre 1954 y 1981. México, Brasil y Argentina, las tres economías más grandes de la región, se mantuvieron siempre como los países que más necesitaron los recursos. Esos años definieron el recuerdo que tiene el continente del organismo.

“El Fondo tiene una visión pro mercado muy clara. Su doctrina es lo que entendemos como la escuela neoclásica o neoliberalismo”, dice Torres. Con base en ella, el FMI exige abrirse al mercado, privatizar empresas públicas, reducir gasto, entre otras reformas que no cayeron bien. A cambio de los dólares, los Estados aplicaron paquetes de ajustes económicos que se sellaron, en varias naciones, con sangre.

Al estallido siempre lo antecedió la confusión. Los dominicanos regresaron de la semana santa de 1984 a una vida que no podían costear. En las tiendas de Santo Domingo los productos básicos habían aumentado más de 200%. Horas antes del despertar de ese lunes 23 de abril, el gobierno de Salvador Jorge Blanco firmaba un acuerdo en la penumbra pública con el FMI que elevó los precios y esfumó el sueldo promedio de las clases medias y bajas.

Fue allí, en los barrios más populares de la capital dominicana, donde los reportes de las radioemisoras comenzaron a relatar las primeras llantas incendiadas. En cuestión de horas, la protesta envolvió a la capital y se contagió a municipios más pequeños de todo el país. Tras tres días que enfrentaron a la población con el ejército, el Gobierno reconoció 125 víctimas fatales. La prensa del momento, sin embargo, los eleva a más de 200. A cada muerto siempre lo antecedió la ira.

Enfrentamientos entre los manifestantes y las fuerzas del orden en Quito, Ecuador, el pasado mes de octubre de 2019 debido a medidas económicas del ejecutivo en el marco de su acuerdo con el FMI, FOTOS: Reuters, EFE y AFP
Enfrentamientos entre los manifestantes y las fuerzas del orden en Quito, Ecuador, el pasado mes de octubre de 2019 debido a medidas económicas del ejecutivo en el marco de su acuerdo con el FMI, FOTOS: Reuters, EFE y AFP

Las “revueltas del FMI” asolaron a América Latina. Argentina, Chile, México, Brasil, soportaron manifestaciones sociales que exigieron la salida del organismo. La “década perdida” cerró en 1989 con el “caracazo”, la revuelta venezolana que entre el 27 de febrero y el 8 de marzo incendió Caracas. 276 muertos “oficiales” y cientos e incluso miles, según subregistros, terminaron por cubrir la figura del FMI con un manto de desconfianza, temor y rabia.

El Fondo aprovechó una marcada vulnerabilidad, dijeron sus críticos, para impulsar un modelo de desarrollo. Y eso no debió ser una sorpresa. “El FMI siempre ha sido claro en sus condicionamientos”, zanja Torres. “Si usted no se quiere endeudar con él, implemente políticas fiscales que sean sostenibles en el largo plazo. El problema no es que el FMI esté imponiendo recetas, es que los países llegan a él quebrados”.

“La Argentina paga; la Argentina se libera”, dijo Kirchner en 2005. “La Argentina construye su destino”. Doce años duró ese futuro. En 2018 Mauricio Macri pedía a sus connacionales que “se enamoraran” de Christine Lagarde, la entonces directora del organismo. Sumidos en una nueva crisis, los argentinos se endeudaban por 50.000 millones de dólares en la más ingenua de las esperanzas, esa que nace en la desesperación.

No fueron los únicos. El fin de la abstención sudamericana con el FMI se confirmaba con un crédito de más de 4 mil millones de dólares que Ecuador firmaba con el organismo, dos meses antes de que el mundo comenzara a escuchar de un nuevo coronavirus.

¿La historia se repite?

Precediendo el arribo del virus, llegó a Guayaquil un temeroso Lenín Moreno. Obligado a trasladar la sede de su gobierno por las protestas de miles de personas que cercaban Quito, defendía aún con obstinación el retiro de los subsidios a los combustibles, una de las primeras medidas ordenadas en el marco del paquete de ajustes económicos acordado con el FMI.

Enfrentamientos entre los manifestantes y las fuerzas del orden en Quito, Ecuador, el pasado mes de octubre de 2019 debido a medidas económicas del ejecutivo en el marco de su acuerdo con el FMI, FOTOS: Reuters, EFE y AFP
Enfrentamientos entre los manifestantes y las fuerzas del orden en Quito, Ecuador, el pasado mes de octubre de 2019 debido a medidas económicas del ejecutivo en el marco de su acuerdo con el FMI, FOTOS: Reuters, EFE y AFP

Allí encontró la pandemia el epicentro ecuatoriano. Hasta ahora, los créditos a los que ha accedido América Latina con el FMI para responder a la crisis económica del coronavirus se inscriben en líneas que no conllevan inmediatamente condicionamientos como los que deben cumplir Ecuador y Argentina. Algunos más flexibles, como los de Colombia y México, no han desembolsado un solo dólar.

La situación, sin embargo, y si las previsiones del mismo FMI se cumplen, tiende a cambiar. Para Torres, es muy posible que en los próximos años diversos países entren en crisis de deuda, el abismo que ya lastró a la región en los 80. El Banco Mundial es aún más pesimista. En su informe de perspectivas económicas publicadas este lunes, el organismo pronostica una sacudida sin precedentes, la mayor recesión a la que los latinoamericanos nos hayamos enfrentado.

Las malas noticias comienzan en México y Brasil. Las dos economías más importantes de la región caerían 7.5% y 8% respectivamente al fin del 2020. Argentina, el tercer faro, seguiría la tendencia y enfrentaría un golpe de 7.3%. El mayor desplome se presentaría en Perú, el segundo país más afectado por la pandemia en Sudamérica, que vería su economía caer un 12%. El panorama nunca fue tan oscuro.

Esto será un termómetro para definir si la actual arquitectura financiera que data de 1945, y de la que el FMI es hijo, soporta el golpe o debe ser revisada a la luz de un nuevo mundo”, señala Torres. Entre algunos de los cambios necesarios, se aventura, menciona “un mayor apoyo a los países y menos rigidez en las condiciones de crédito”. Incluso, dice, la crisis plantea respuestas solidarias igual de únicas. Líderes africanos ya deslizan la posibilidad de que se perdone la deuda de los más golpeados por la enfermedad.

Será importante un sistema financiero global que ponga por delante las necesidades de las personas”, agrega Luis Carlos Reyes, Director y cofundador del Observatorio Fiscal y profesor de economía de la Universidad Javeriana. “Las políticas que históricamente han tenido instituciones como el FMI que señalan que lo mejor para las sociedades es un gobierno austero, de un tamaño mínimo, están muy desvirtuadas. Y el Fondo es consciente de eso”.

El FMI de 2020 no es el mismo de 1980. O al menos, reconoce que la fórmula no puede ser la misma. Kristalina Georgieva, directora gerente del organismo, pidió el pasado 15 de abril a los Gobiernos y Bancos Centrales del mundo “gastar todo lo que puedan” para contener la pandemia. Un discurso radicalmente distinto al que lideró el Fondo en la gran recesión de 2008, cuando exigió gastos limitados y ahogó a las naciones con duros condicionamientos.

“La covid-19 está causando una pérdida trágica de vidas y las medidas necesarias para combatirla han puesto el mundo del revés, con efectos en miles de millones de personas y en sus economía”, dijo la búlgara Georgieva. Y apegada a su nuevo papel, ha asegurado que el organismo está dispuesto a movilizar hasta 1 billón de dólares para paliar los efectos de “una crisis como ninguna otra”. ¿Qué tanto se traducirá la nueva consciencia en acciones concretas?

“Me gustaría decir que sí, que existe la posibilidad de que esta crisis provoque cambios en la estructura financiera global, a la que el FMI responde”, señala Edna Sastoque, economista y doctora en ciencias sociales de la Universidad Externado, “la pandemia nos está poniendo contra la pared y nos está diciendo ‘no hay otra opción’.

Pese a esto, lo más probable, finaliza, “es que cada Estado y economía se mire hacia adentro, dejando a un lado el ámbito global. Durante esta década no vamos a ver grandes cambios en la arquitectura financiera. Todos estarán concentrados en proteger lo poco que les quede”. En un mundo que promete el reinicio de la historia, América Latina y el FMI escriben un nuevo capítulo con su peso a cuestas. El cómo lo lleven a término tiene el potencial de definir el futuro de ambas.

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