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Las “pelas” para enderezar el rumbo

Carlos Caballero Argáez habla de la necesidad de sincerar nuestros problemas y resolverlos.

  • Un consejo importante de Gabriel Mesa fue que si ya Caballero había manejado corredores de bolsa por el Congreso no debía preocuparse. Un aspecto que le quedó en la mente es que a los legisladores no hay que darles clase. FOTO colprensa
    Un consejo importante de Gabriel Mesa fue que si ya Caballero había manejado corredores de bolsa por el Congreso no debía preocuparse. Un aspecto que le quedó en la mente es que a los legisladores no hay que darles clase. FOTO colprensa
03 de diciembre de 2018
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Carlos Caballero Argáez, bogotano nacido en 1947, se identifica en su vida como una persona con gran curiosidad por muchos temas. Su paso por diferentes entidades relevantes en el escenario económico, así lo demuestra. Lideró Fedesarrollo, fue miembro de la Junta Directiva del Banco de la República, y de la Junta Monetaria. Creó y se desempeñó como el primer presidente de Bancóldex, encabezó Asobancaria y la Bolsa de Bogotá. También fue ministro de Minas y le dijo no a la presidencia de Ecopetrol, “porque ahí sí hay que metérsele muy a fondo, no se puede saltar, hay que volverse petrolero. El ministerio ofrecía una visión más de conjunto del tema de la energía”.

Para la historia quedan sus libros, su importante labor en la creación de Bancóldex, así como su apuesta por las transacciones electrónicas en el mundo bursátil. Como ministro, los congresistas de la época valoraron su gestión conciliadora y quedará también en su récord que no quiso quedarse el tiempo previsto en la Junta Directiva del Banco de la República: “En ese momento tenía 56 años y pensé puedo durar 10 años más. Voy a salir de 66 años y qué voy a hacer. Yo pensé en ese momento que quería mi independencia, mi libertad, quería volver a escribir y a mis juntas directivas”.

Hoy en día, su mayor preocupación está en la academia, la investigación y en las juntas directivas de las que es miembro y le permiten “estar informado”. Preside la del BBVA, pertenece a la de ISA, Promigas y Mineros.

Además se ha consagrado por sus columnas de opinión publicadas en periódicos como EL COLOMBIANO y El Tiempo; de hecho, es un columnista respetado por su agudeza y forma de abordar la coyuntura económica y política. En esta ocasión habló sobre las “pelas” que debe darse el país para enderezar el rumbo.

En estos días cumplimos 100 días del presidente Duque, ¿qué piensa de este arranque de gobierno?

“Ha habido muy poco. Me preocupa que se pierda la legislatura. La reforma a la Justicia está en problemas y también la Ley de Financiamiento. Y la primera legislatura es importantísima porque marca el derrotero del Gobierno. Se debe acordar de lo que fue la primera legislatura del gobierno de César Gaviria: la ley cambiaria, la ley tributaria. Se trabajó a toda marcha 6 meses antes de que comenzara el gobierno. Pero había un motor: el propio presidente Gaviria tenía una ventaja y era que tenía una gran experiencia porque había sido representante a la Cámara, viceministro de Desarrollo, ministro de Gobierno y de Hacienda. Tenía mucha experiencia y frente a grandes problemas. Tenía un gran bagaje. En este Gobierno hay una mezcla de un presidente sin mucha experiencia, que es quien debe hacer la política y dar ideas, con un gabinete técnico muy bueno, pero inexperto. El problema no es que Duque sea joven, Gaviria era joven cuando llegó. Hay un patinadera complicada con el tema del expresidente Álvaro Uribe y no hay un partido de Gobierno. Es preocupante y ojalá enderece”.

Usted ha hablado de que el país debe darse algunas “pelas”, ¿cuáles son?

“El país tiene un problema fiscal complicadísimo y uno pensional terrible, pero no los queremos resolver. Pongámonos de acuerdo en qué queremos resolver de los problemas. La ley de financiamiento era parte de la solución. Ya no le van a jalar al IVA a la canasta familiar. Hay que subir los impuestos a las personas naturales y ampliar la base de tributación para ellas. También gravar los dividendos. Ahí está la plata. Una cosa que muestra el libro de Roberto Junguito, Cien episodios de la historia económica de Colombia, y es que don Pedro Gual, Esteban Jaramillo, la misión Musgrave, la reforma de López, la reforma de Gaviria... todos plantearon el problema y no lo hemos resuelto. Pero para eso se necesita política. El manejo político actual ha sido desastroso. Hay que buscar acuerdos políticos con los jefes de los partidos. Yo me quedé en la época de buscar acuerdos. Y este presidente que habla de pactos por qué no plantea un pacto. No puede ser que salga la señora de los ladrillos, el señor del arroz. Hay que pensar en grande”.

¿Cómo se resuelve el problema pensional?

“Llegué hace poco de Chile con la idea de que hay que darse las pelas. Se necesita subir la edad de pensión y eliminar los subsidios. Comencemos por ponernos de acuerdo, como en la Moncloa, un acuerdo que sea impulsado por el presidente. Recuerdo mucho una anécdota con el presidente Belisario Betancur y Roberto Junguito. Cuando había que subir el precio de la gasolina. Junguito le insistía al presidente hasta que él le dijo: <<hagan los cálculos, pero yo me encargo de cuándo se sube. Esa decisión me la dejan a mí. Hagan la técnica y yo hago la política>>”.

¿Qué piensa del problema de financiación de las universidades?

“Este problema que estamos viviendo con las universidades públicas era de prever. Claro está que las normativas de financiamiento de estas instituciones ya están quedadas. Si queremos educación hay que resolver ese problema. Además, no todas las universidades deben ser de investigación como los Andes, la Nacional o la Antioquia. Necesitamos buenas universidades de pregrado y buena educación técnica”.

Usted fue ministro de Minas y Energía, ¿cómo ve a este sector?

“Hay que darse la pela energética, meterle duro a las renovables. Hay que hacer fracking, no deberíamos seguir dependiendo externamente del petróleo, pero si lo hacemos hay que desarrollar el fracking. Hay que hacer pequeñas centrales hidráulicas, apoyar la energía solar. De otro lado, nuestra infraestructura es muy mala. Algo se ha avanzado pero nos falta mucho. Necesitamos una entidad que piense en todos esos problemas y sus soluciones, y debería ser una Dirección Nacional de Planeación (DNP) como la de antes. Yo creo que hay que hacer una reforma a Planeación Nacional para que se piense en el largo plazo”.

¿Hay un artículo de Keynes, en 1930, que plantea el futuro de la economía para nuestros nietos, como nos ve en 30 años?

“Sí, lo conozco. Ojalá viera a Colombia como Chile hoy. Estamos muy atrasados. Estoy un poco desilusionado de que no hayamos logrado enrutar bien a Colombia. Me gustaría verla con una estructura diversificada de la producción y de las exportaciones. Con una industria relocalizada en la costa Caribe y en Cali. Con mejor infraestructura física. El censo muestra que en 30 años va a haber relativamente menos gente entrando a la fuerza de trabajo y a la educación superior y muchos viejos pobres sin pensión. Necesitamos mejor integración regional interna, necesitamos un aumento de la productividad y de las exportaciones agrícolas, en el campo va a vivir muy poca gente. Hay que generar empleo en las ciudades como planteaba el profesor Lauchlin Currie. Y también generar empresas con buena administración como planteaba el profesor Albert O. Hirschman”.

Siempre le he querido preguntar por su periplo de ingeniero a economista y después a historiador...

“Yo estudié ingeniería de 1965 a 1970, era la década de las discusiones sobre el desarrollo y la efervescencia intelectual. En Colombia, eran los tiempos de Carlos Lleras Restrepo y del Decreto 444, el Estatuto Cambiario. A mí no me gustaban las estructuras ni los suelos que se estudiaban en ingeniería civil y traté de pasarme a economía en los Andes, pero eso no era tan fácil y el decano me dijo que tenía que volver a comenzar. Yo no estaba dispuesto a hacerlo y opté por la maestría en economía del transporte en Berkeley, financiado por un crédito del Icetex. Estaba más interesado por los problemas del desarrollo. Hasta ese momento yo no había tomado ningún curso de economía. Antes de volver al país le escribí a Antonio Barrera, que era mi amigo, y me dijo que se estaba fundando Fedesarrollo. Estaban en ese momento Rodrigo Botero, Roberto Junguito, María Mercedes Cuéllar y Cecilia López. Al llegar me nombraron secretario general, el primero. Ahí empecé a aprender sobre economía colombiana. Comencé de nuevo a pensar sobre el desarrollo y las políticas públicas y decidí hacer una maestría en Princeton: Public and International Affairs. Me conseguí una beca de la fundación Ford. Ahí tomé unos cursos de economía, con profesores muy buenos como William Branson.

En agosto de 2004, un año después de retirarme de la Junta Directiva del Banco de la República, tuve una trombosis de la cual me recuperé muy bien, afortunadamente. Cuando uno está en esas revisa lo que ha hecho en la vida y lo que quiere hacer. En 2005, inicié una maestría en historia. Me demoré, pero la terminé. Decidí que no quería volver a tener cargos públicos ni privados. Me quedaba la docencia, la lectura, la investigación y las juntas directivas”.

¿En qué juntas está hoy?

“Soy presidente de la junta del BBVA. Con la salida del ministro de Minas de la junta de ISA, por requerimiento de la OCDE, me llamaron. También estoy en la de Promigas y Mineros. Me gustan las juntas porque me mantengo informado.

Carlos Caballero Argáez, bogotano y nacido en 1947, se identifica en su vida como una persona con gran curiosidad por muchos temas. Su paso por diferentes entidades, relevantes en el escenario económico, así lo demuestra. Lideró Fedesarrollo, fue miembro de la Junta Directiva del Banco de la República, y de la Junta Monetaria. Creó y se desempeñó como el primer presidente de Bancóldex, encabezó Asobancaria y la Bolsa de Bogotá. También fue ministro de Minas y le dijo no a la presidencia de Ecopetrol “porque ahí sí hay que metérsele muy a fondo, no se puede saltar, hay que volverse petrolero. El ministerio ofrecía una visión más de conjunto del tema de la energía”.

Para la historia quedan sus libros, su importante labor en la creación de Bancóldex, así como su apuesta por las transacciones electrónicas en el mundo bursátil. Como ministro, los congresistas de la época valoraron su gestión conciliadora y quedará también que no quiso quedarse en la Junta Directiva del Banco de la República: “En ese momento tenía 56 años y pensé puedo durar 10 años más. Voy a salir de 66 años y qué voy a hacer. Yo pensé en ese momento que quería mi independencia, mi libertad, quería volver a escribir y a mis juntas directivas”.

Hoy en día, su mayor preocupación está en la academia, la investigación y en las juntas directivas de las que es miembro y le permiten “estar informado”. Preside la del BBVA, pertenece a la de ISA, Promigas y Mineros.

Además se ha consagrado por sus columnas de opinión publicadas en periódicos como EL COLOMBIANO y El Tiempo; de hecho es respetado por su agudeza y forma de abordar la coyuntura económica y política En esta ocasión habló sobre las “pelas” que debe darse el país para enderezar el rumbo.

En estos días cumplimos 100 días del presidente Duque, ¿qué piensa de este arranque de gobierno?

“Ha habido muy poco. Me preocupa que se pierda la legislatura. La reforma a la Justicia está en problemas y también la Ley de Financiamiento. Y la primera legislatura es importantísima porque marca el derrotero del Gobierno. Se debe acordar de lo que fue la primera legislatura del gobierno de Cesar Gaviria: la ley cambiaria, la ley tributaria. Se trabajo a toda marcha 6 meses antes de que comenzara el su mandato. Pero había un motor que era el propio presidente Gaviria tenía una ventaja y era que tenía una gran experiencia porque había sido representante a la Cámara, viceministro de Desarrollo, ministro de Gobierno y de Hacienda. Tenía mucha experiencia y frente a grandes problemas. Tenía un gran bagaje. En este gobierno hay una mezcla de un presidente sin mucha experiencia, que es quien debe hacer la política y dar ideas, con un gabinete técnico muy bueno pero inexperto. El problema no es que Duque sea joven, Gaviria era joven cuando llegó. Hay un patinadera complicada con el tema del expresidenteÁlvaro Uribe y no hay un partido de Gobierno. Es preocupante y ojalá enderece”.

Usted ha hablado de que el país debe darse algunas “pelas”, ¿cuáles son?

“El país tiene un problema fiscal complicadísimo y uno pensional terrible, pero no los queremos resolver. Pongámonos de acuerdo en qué queremos solucionar de los problemas. La ley de financiamiento era parte del remedio a los problemas. Ya no le van a jalar al IVA a la canasta familiar. Hay que subir los impuestos a las personas naturales y ampliar la base de tributación para ellas. También gravar los dividendos. Ahí está la plata. Una cosa que muestra el libro de Roberto Junguito, Cien episodios de la historia económica de Colombia, y es que don Pedro Gual, Esteban Jaramillo, la misión Musgrave, la reforma de López, la reforma de Gaviria... todos plantearon el problema y no lo hemos resuelto. Pero para eso se necesita política. El manejo político actual ha sido desastroso. Hay que buscar acuerdos políticos con los jefes de los partidos. Yo me quedé en la época de buscar acuerdos. Y este presidente que habla de pactos porque no plantea un pacto. No puede ser que salga la señora de los ladrillos, el señor del arroz. Hay que pensar en grande”.

¿Cómo se resuelve el problema pensional?

“Llegué hace poco de Chile con la idea de que darse las pelas. Se necesita subir la edad de pensión y eliminar los subsidios. Comencemos por ponernos de acuerdo, como en la Moncloa, un acuerdo que sea impulsado por el Presidente. Recuerdo mucho una anécdota con el presidente Belisario Betancur y Roberto Junguito, cuando había que subir el precio de la gasolina. Junguito le insistía al presidente hasta que él le dijo: <<hagan los cálculos, pero yo me encargo de cuándo se sube. Esa decisión me la dejan a mí. Hagan la técnica y yo hago la política>>”.

¿Qué piensa del problema de financiación de las universidades?

“Este problema que estamos viviendo con las universidades públicas era de prever. Claro está que las normativas de financiamiento de estas instituciones ya están quedadas. Si queremos educación hay que resolver ese problema. Además, no todas las universidades deben ser de investigación como los Andes, la Nacional o la Antioquia. Necesitamos buenas universidades de pregrado y buena educación técnica”.

Usted fue ministro de Minas y Energía, ¿cómo ve esto?

“Hay que darse la pela energética, meterle duro a las renovables. Hay que hacer fracking, no deberíamos seguir dependiendo externamente del petróleo, pero si lo hacemos hay que desarrollar el fracking. Hay que hacer pequeñas centrales hidráulicas, apoyar la energía solar. De otro lado, nuestra infraestructura es muy mala. Algo se ha avanzado pero nos falta mucho. Necesitamos una entidad que piense en todos esos problemas y sus soluciones, y debería ser una Dirección Nacional de Planeación (DNP) como la de antes. Yo creo que hay que hacer una reforma a Planeación Nacional para que se piense en el largo plazo”.

¿Hay un artículo de Keynes, en 1930, que plantea el futuro de la economía para nuestros nietos, como nos ve en 30 años?

“Si lo conozco. Ojalá viera a Colombia como Chile hoy. Estamos muy atrasados. Estoy un poco desilusionado de que no hayamos logrado enrumbar bien a Colombia. Me gustaría verla con una estructura diversificada de la producción y de las exportaciones. Con una industria relocalizada en la costa Caribe y en Cali. Con mejor infraestructura física. El censo muestra que en 30 años va a haber relativamente menos gente entrando a la fuerza de trabajo y a la educación superior y muchos viejos pobres sin pensión. Necesitamos mejor integración regional interna, necesitamos un aumento de la productividad y de las exportaciones agrícolas, en el campo va a vivir muy poca gente. Hay que generar empleo en las ciudades como planteaba el profesor Lauchlin Currie. Y también generar empresas con buena administración como planteaba el profesor Albert O. Hirschman”.

Siempre le he querido preguntar por su periplo de ingeniero a economista y después a historiador...

“Yo estudié ingeniería de 1965 a 1970, era la década de las discusiones sobre el desarrollo y la efervescencia intelectual. En Colombia, eran los tiempos de Carlos Lleras Restrepo y del Decreto 444, el Estatuto Cambiario. A mí no me gustaban las estructuras ni los suelos que se estudiaban en ingeniería civil y traté de pasarme a economía en los Andes, pero eso no era tan fácil y el decano me dijo que tenía que volver a comenzar. Yo no estaba dispuesto a hacerlo y opté por la maestría en economía del transporte en Berkeley, financiado por un crédito del Icetex. Estaba más interesado por los problemas del desarrollo. Hasta ese momento yo no había tomado ningún curso de economía. Antes de volver al país escribí a Antonio Barrera, que era mi amigo, y me dijo que se estaba fundando Fedesarrollo. Estaban en ese momento Rodrigo Botero, Roberto Junguito, María Mercedes Cuellar y Cecilia López. Al llegar me nombraron secretario general, el primero.

Ahí empecé a aprender sobre economía colombiana. Comencé de nuevo a pensar sobre el desarrollo y las políticas públicas y decidí hacer una maestría en Princeton: “Public and International Affairs”, Me conseguí una beca de la fundación Ford. Ahí tomé unos cursos de economía, con profesores muy buenos como William Branson.

En agosto de 2004, un año después de retirarme de la Junta Directiva del Banco de la República, tuve una trombosis de la cual me recuperé muy bien, afortunadamente. Cuando uno está en esas revisa lo que ha hecho en la vida y lo que quiere hacer. En 2005, inicié una maestría en historia. Me demoré, pero la terminé. Decidí que no quería volver a tener cargos públicos ni privados. Me quedaba la docencia, la lectura, la investigación y las juntas directivas”.

¿En qué juntas está hoy?

“Soy presidente de la junta del BBVA. Con la salida del ministro de Minas de la junta de ISA, por requerimiento de la OCDE, me llamaron. También estoy en la de Promigas y Mineros. Me gustan las juntas porque me mantengo informado.

¿Es interesante ver como esa primera camada de investigadores de Fedesarrollo se vuelve influyente y termina en el gobierno de Alfonso López?

“Fedesarrollo se vuelve una escuela fundamental para formar la tecnocracia. Estando en Princeton mi esposa se enfermó y tuvimos que volver. Yo terminé el posgrado casi a distancia y volví a Fedesarrollo, que era dirigida por Roberto Junguito. Era un momento muy interesante en el gobierno de López al cual criticábamos muchísimo y en el que estaban nuestros excompañeros. En 1979 me fui de vicepresidente técnico de la Asobancaria y en 1982 me nombraron director de Fedesarrollo en reemplazo de Miguel Urrutia. Una época muy difícil para obtener recursos”.

¿Y llegó su primer cargo público?

“En el ministerio de Hacienda de Roberto Junguitome nombraron como asesor de la Junta Monetaria junto a Manuel Ramírez. Me quedé hasta marzo de 1986. Una experiencia maravillosa en un momento difícil. Nos tocó el manejo de las crisis externa y financiera. La Junta Monetaria tenía unas cosas maravillosas; era realmente el equipo económico del gobierno pues el ministerio de Hacienda era muy débil. En la Junta estaban todos los ministros sectoriales. En esa época no se trabajaba en computador Manuel trajo el primero para correr el modelo que tenía de la economía colombiana. Él hacia los cálculos y yo escribía. Además, Manuel tenía la relación con el FMI y yo con los bancos prestamistas y los corresponsales.

Ahí aprendí mucho sobre banca, macroeconomía, fiscal y monetaria. El temor era que los corresponsales cortaran las líneas de crédito de comercio exterior a los bancos comerciales, en ese tema yo era el escudero mientras que a Manuel lo llevaban al FMI a mirar cosas específicas de temas monetarios. Me retiré en abril de 1986 y me dediqué a las asesorías y a escribir un libro que siempre me ha gustado mucho “Cincuenta años de economía: de la crisis del treinta a la crisis del ochenta”.

¿Y después de la Junta?

“Pasado un año de haber salido de la Junta Monetaria me nombraron presidente de Asobancaria. Era la poscrisis y era difícil porque no había inversión extranjera en el sector financiero desde la Ley 55 de 1975 y porque los bancos especializados estaban en manos del Estado. Había que cambiar las condiciones para atraer inversión y tratar de privatizar los bancos. Tocó trabajar mucho con el Congreso para cambiar la Ley. Afortunadamente, vino la apertura que cambió todas las condiciones”.

¿Y otra vez el servicio público?

“Yo estaba en la campaña de César Gaviria y nos reuníamos en el Club Suizo con Gaviria, Hommes, Montenegro, Mónica Aparicio, entre otros. Al llegar el nuevo gobierno el presidente Gaviria me ofreció la dirección de Proexpo. Era una entidad gigantesca, un fondo del Banco de la República que se financiaba con una sobretasa sobre las importaciones. En ese momento había acumulado un patrimonio de más de 500 millones de dólares en 1991, tenía una gran cantidad de inversiones: la casa de huéspedes ilustres, los centros de convenciones y hoteles. En su discurso de posesión, Gaviria había dicho que quería crear un banco de comercio exterior. Además, con la apertura ya no era factible la sobretasa a las importaciones. Había que liquidar Proexpo, un tema delicado por la cantidad de activos que había acumulado. Me dediqué a liquidar a Proexpo y a crear el nuevo banco de comercio exterior, Bancoldex, que comenzó a funcionar el dos de enero de 1992 y yo fui su primer presidente”.

¿Le gusta cómo está esa entidad hoy?

“No. Cuando nombraron al último presidente de Bancoldex, que yo había visto de lejos, me mandó a decir que se quería reunir conmigo. Yo le mandé a decir que si quería cambiar Bancoldex yo estaba listo. Las cosas han cambiado, le metieron una especie de IFI. La banca privada hoy hace muchas de las cosas que hace Bancoldex. En su momento fue importante porque fue el primer banco que dio financiación en dólares para los exportadores. Yo conseguí financiación de la CAF y de los bancos extranjeros. Comenzamos a hacer cosas para apoyar a los exportadores. Yo quise que hicieran coberturas, factoring... Como presidente estuve casi cerca de tres años, pero incumplí los estatutos que yo mismo había creado y estipulaban que el presidente de Bancoldex se debía quedar tres años para darle independencia con los cambios de Gobierno. A pesar de eso no me quise quedar con el nuevo gobierno de Samper. En parte porque me preguntaron si yo tenía apoyo político, eso no me gustó y me dije que eso no iba a terminar bien y renuncié, con la buena fortuna queDaniel Mazuera, presidente de la Bolsa de Bogotá se fue de ministro de Comercio Exterior. Me ofrecieron la bolsa y yo acepté”.

¿Y que destaca de su paso por la bolsa?

“En la bolsa hice una sola cosa importante, las transacciones electrónicas. Yo acabé la rueda de la bolsa en la calle 14 con carrera 8, donde se negociaban a viva voz las acciones. Era divertido, sin duda, los corredores se divertían mucho, comían empanadas a las 10 a.m. , después se iban a almorzar al club de banqueros y se tomaban sus traguitos. Pero eso realmente era atrasado. También hice mucho trabajo intelectual para tratar de que las empresas emitieran acciones. Después de la bolsa en 1998 y 1999 sí que estuve contento como consultor, asesor y escribiendo. En ese momento al presidente Andrés Pastrana se le ocurre nombrarme ministro de Minas y Energía”.

¿Pero con todo respeto ese era un tema que no era cercano a lo que había hecho hasta ese momento?

“No era muy cercano. Yo era un saltimbanqui, como diría un amigo mío criticando a una persona que saltaba de un tema a otro. Yo era un saltimbanqui porque me interesaban los temas. Me preguntaba que con que me sentía mejor: a mí siempre me ha gustado la política pública, ser servidor público. Me gustaba el comercio exterior, los bancos, el mercado de capitales, la monetaria y otros temas. Pastrana antes me ofreció Ecopetrol, pero yo le dije que no. Porque ahí sí hay que metérsele muy a fondo, no se puede saltar, hay que volverse petrolero. El ministerio ofrecía una visión más de conjunto del tema de la energía. Yo estuve a medias en la campaña de Pastrana y siempre me pregunté porqué me nombró ahí. Yo creo que fue porque yo apoyé al Chiqui Valenzuela con su propuesta de cambiar el cálculo del precio de la gasolina que hoy todavía está funcionando. Antes se subía en enero el 20% y todo subía 20%. Una economía totalmente indexada. Escribí unas columnas apoyando el cambio. Estando ahí me tocó durísimo, el peor año de todos, estuve 14 meses en los cuales volaron 420 torres de energía y pusieron 98 bombas al oleoducto caño Limón-Coveñas. La economía se había caído en el 99 un 4,3 % y se estaba recuperando pero para las empresas eso significaba dificultades. Estaba, por ejemplo, entrando Codensa con el modelo de negocio que habían diseñado Fabio Chaparro y Antanas Mockus, eso se había hecho con unas proyecciones de crecimiento que ya no se estaban dando. Lograr que las empresas siguieran funcionando fue todo un desafío y una experiencia muy interesante.

En el ministerio de Minas uno conoce el país. Tuve además un equipo magnífico muchos de mis viceministros fueron después ministros ellos mismos (Luisa Lafaurie, Luis Ernesto Mejía, entre otros) y me apoyaron muy bien. El ministerio era el holding más importante del país, mucho más que el sindicato antioqueño. Tenía a Ecopetrol, ISA, Isagen, Ecogas y Carbocol. El ministerio en sí no era muy fuerte pero lo que tenía abajo si lo era. Manejar eso no era fácil con esas empresas tan grandes. También había temas políticos complicados. El Congreso no fue fácil porque el presidente había amenazado con revocarlo y el Congreso amenazó con revocar al Presidente. Tuvimos una crisis política que se empezó a resolver cambiando ministros”.

¿Cuál fueron los aprendizajes allí?

“Cuando le comenté a Gabriel Mesa, que era el secretario general de la Presidencia y había secretario en la bolsa conmigo, acerca del temor que tenía de enfrentarme al Congreso, Gabriel me dijo que si ya había manejado a los corredores de bolsa no tenía nada de qué preocuparme con el Congreso. Otra cosa que aprendí muy rápido es que a los congresistas no había que darles clase. Yo apliqué la formula y me fue bien. Al preguntarle después a algunos senadores sobre mi gestión me dijeron que había sido conciliador y facilitado las cosas”.

¿Y cómo fue la llegada a la Junta Directiva del Banco de la República?

“Estando en el ministerio me di cuenta de que había llegado el momento de irme y mandé el mensaje, también pensaba que había que nombrar un antioqueño. La relación era muy difícil con ellos por las tarifas y la venta de Isagen. Al actual gobernador lo habían elegido alcalde en ese momento, con una campaña con la bandera de congelar las tarifas. Un buen día el presidente me preguntó si me quería ir para el Banco de la República (BR) y yo dije que claro, que sí, que inmediatamente. Por la tarde nombraron a Ramiro Valencia de ministro y Fernando Tenjo y yo entramos a la JDBR. En el BR con todos ustedes hice un doctorado en economía colombiana. Divertido en el Banco, pero me retiré”.

Yo siempre he querido saber cuál fue la razón para que durara tan poco en la Junta...

“Duré dos años. Pero empecé a pensar en mi futuro. Yo en ese momento tenía 56 años y pensé puedo quedarme 10 años más. Voy a salir de 66 años y qué voy a hacer. Yo pensé en ese momento que quería mi independencia, mi libertad, quería volver a escribir y a mis juntas directivas. Volví a ser investigador asociado de Fedesarrollo y tratamos de armar una misión sobre servicios públicos y la reforma de las instituciones de regulación. Y seguí dando clase en la universidad de los Andes. He tratado de dar clases cuando he podido y recuerdo con satisfacción que fui el primer profesor de historia empresarial en la facultad de administración”.

¿Se nos quedó un tema en el tintero el de la universidad de los Andes?

“Después de mi enfermedad volví al consejo directivo de los Andes. El rector dijo en una sesión que se cumplían cien años del nacimiento de Alberto Lleras y que estaba en la comisión para la conmemoración. El rector anunció la creación de la Escuela de Gobierno Alberto Lleras. Yo dije que me interesaba someterme al proceso de selección para dirigirla. Me nombraron en 2006 como director. Comenzamos con una maestría y después decidimos hacer la carrera de pregrado. Es por definición una escuela muy aplicada, en la que hay la posibilidad de que los estudiantes hagan doble programa con economía, derecho, administración y ciencia política, sobre todo. Me quede 10 años mientras organizaba la escuela”.

¿Cuáles son sus lecturas hoy en día?

“Variadas. Un libro que se llama Liderazgo en tiempos turbulentos de la historiadora Doris Kearns Goodwin. Ella analiza las características del liderazgo en cuatro presidentes de Estados Unidos. Tengo en la lista las memorias de Paul Volcker, el expresidente de la Reserva Federal. Me leí La nación sentida de Tico Braun, el historiador, sobre Colombia en los años 40. Tuve que leer y lo disfruté:Cien episodios de la historia económica de Colombia, del doctor Junguito. El libro lo lanzamos hace unos días. Una maravilla. En el libro hay una referencia a Alvaro López-Toro el economista y demógrafo tan destacado. En Princeton, cuando fui en 1975, todavía se acordaban de él como estudiante y como profesor. Un tipo brillantísimo y muy importante.

A propósito, ese es un tema al que hay que volver el de la demografía esa es una de las implicaciones del censo. Yo escribí una columna incluso antes de que salieran los últimos datos. Traté de enviarle un mensaje subliminal al director del DANE de que él mismo no pusiera en duda lo que hace el DANE. Al DANE hay que creerle, puede que esté equivocado, pero hay que creerle. El censo está mostrando que Colombia ya no tiene el bono demográfico. Además hay otras implicaciones de la caída de la tasa de natalidad y del envejecimiento en salud, pensiones, educación y las transferencias a las regiones. Toca repensar todo esto”.

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