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En los carritos de El Amañao hay café de origen y sueños que regresaron de la calle

La pandemia dejó en la ruina al fundador y por eso decidió reactivar el proyecto con personas en fase resocialización.

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21 de febrero de 2023
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Hace cuatro meses, Julián Díaz camina las calles de El Hueco y empuja un carrito rojo. Ahí lleva café de origen listo para servir.

No teme compartir su testimonio de vida y reconoce que fue habitante de calle durante cinco años. En 2021 empezó un proceso de resocialización y ese carrito representa el reinicio de su vida.

“Trabajar en la calle es agradable. Hay gente humilde y muy colaboradora. Eso le genera a uno la motivación para seguir en esto y hacer un nuevo camino”, comentó.

Su jornada va de 8:30 de la mañana a 3:30 de la tarde y camina especialmente por Pichincha y Carabobo. Con él, ya son 110 las personas en fase de resocialización que han hecho parte de El Amañao, un emprendimiento que arrancó en 2020, cuyo fundador experimentó en carne propia la sensación de quedarse sin nada.

Emprendedor angustiado

Andrés Montoya es el creador de El Amañao y antes de ingeniarse este modelo de cafeterías rodantes, incursionó en comidas, ropa y calzado. Siempre laboró en el centro de Medellín y eso, según narró, le permitió percatarse de que hacía falta “carritos bonitos con buen café de origen para vender en el centro”.

“Entonces yo dije: voy a ensayar a ver si funciona. Me fui a vender en el carrito y fue súper exitoso. En 18 meses construí otros cuatro carritos; cada uno me costaba como $1.100.000, pero eran muy artesanales. Ahora tenemos un fabricante que nos hace un producto de mucha mejor calidad”, comentó Montoya.

Su intuición parecía ser correcta y el negocio estaba facturando. Sin embargo, ese mismo año cayó la pandemia y los siete meses de cuarentena lo pusieron en jaque.

“Prácticamente —relató— me fui para la calle. En esa situación, un primo me abrió las puertas de su hogar para poder estar ahí. Eso me generó una empatía muy grande porque entiendo que hay muchas personas que pasan por lo mismo a diario y no tienen una red de apoyo”.

De rescatado a rescatista

Con un préstamo que le hicieron logró reactivar el proyecto. Y partir de ahí, decidió que tenía que abrirle un espacio a las personas en situación de vulnerabilidad.

“Hicimos un piloto con tres personas que aparte de que eran exhabitantes de calle, también tenían un leve problema de discapacidad cognitiva. Fue totalmente exitoso y, desde ese momento al día de hoy, ya hemos tenido más de 110 personas impactadas”, resaltó.

Ese sello de altruismo que le puso a su marca llamó la atención de un caza talentos que le consiguió una cita con los tiburones de Shark Tank Colombia, un grupo de inversionistas que buscan propuestas empresariales que les generen ganancias a cambio de su potencial inversión.

En esa audición, Andrés reconoció que la empresa todavía no genera fuertes utilidades y que él prefiere reinvertirlo todo para aumentar la flotilla y apadrinar a más personas que estén buscando una oportunidad.

Finalmente, los inversores no se hicieron socios, pero le dieron una donación de $30 millones que espera invertir en insumos, uniformes para los colaboradores y publicidad (ver Qué Sigue).

Este emprendedor sabe que El Amañao es un trampolín para que los trabajadores den el salto hacia los sectores económicos en los que pueden generar más valor. Por ejemplo, mencionó el caso de alguien que hace poco soltó el carrito y se enganchó en una empresa de transporte, pues cuando fue a dar a las calles manejaba un camión.

“Yo tuve en quién confiar y en quién respaldarme. Por eso dije: hay que tener empatía y tratar de darle la oportunidad a esas personas que demuestren que sí pueden. Esta no es una carrera de 100 metros, es una carrera de toda la vida y seguimos aprendiendo”, comentó el emprendedor

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