Viviste la metamorfosis de tu cuerpo, no siempre en armonía, no siempre a gusto. Te sentiste extraña, somnolienta, cansada, adolorida y desbalanceada. Lo tuviste en tu vientre menos de lo esperado, pero luego viviste horas interminables frente a una incubadora, entre cables, tubos y sonidos extraños diste la vida con el vientre, la sangre, el tacto y la voz. Eres la que no vio una prueba positiva, pero sí recibió una llamada que trajo a tus brazos una vida parida por la piel, salida de la misma esquina del corazón pero con otros efectos en el cuerpo.
Descubriste que tus brazos, tu voz, tu mirada, tu regazo son como un gran lago al que van a descansar los arrebatos de llanto. Viste amanecer contemplando la maravilla que es el ser humano.
Dudaste...