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Con Uribe absuelto, no habrá causa perdida

hace 6 horas
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  • Con Uribe absuelto, no habrá causa perdida

Por Alejandro De Bedout Arango - opinion@elcolombiano.com.co

A sus 73 años, Álvaro Uribe Vélez demuestra que incluso en los momentos más inciertos, la convicción puede más que la adversidad. Su absolución por parte del Tribunal Superior de Bogotá no solo cierra una larga batalla jurídica, sino que también reconfigura el mapa político de Colombia. Lo que muchos daban por un ciclo concluido se convierte en el inicio de una nueva etapa. La derecha, que parecía fragmentada y sin rumbo, vuelve a encontrar en Uribe un punto de referencia, un liderazgo que aporta sentido, cohesión y dirección en medio del desconcierto nacional.

Durante más de una década, el expresidente cargó sobre sus hombros el peso de un proceso que lo obligó a defender su nombre y su honor, sin renunciar jamás a su voz en la vida pública. Este fallo confirma lo que millones de colombianos sentimos: que detrás de las acusaciones hubo también un propósito político y de venganza para minar su liderazgo y borrar su legado. Hoy esa carga se disipa y, con ella, se libera un movimiento que puede volver a mirar hacia adelante, enfocado en reconstruir la esperanza desde las urnas.

La política colombiana entra en una nueva fase de reacomodo. Con Uribe libre y reivindicado, desaparecen las sombras que mantenían a muchos sectores de la centro-derecha en la reserva. Su absolución tiene un efecto inmediato que reactiva el espíritu de unidad y abre el camino hacia un gran bloque opositor con visión de país. No se trata de revivir nostalgias ni de izar viejas banderas, sino de construir una convergencia amplia que interprete el sentir ciudadano y lo traduzca en soluciones reales, con estabilidad, dirección y resultados.

En este nuevo escenario, la izquierda se queda sin narrativa. Aquello que durante años usaron como bandera —las mentiras, los montajes y los procesos fabricados para intentar destruir a Uribe— hoy se les revierte como un bumerán político. Sin el fantasma de Uribe, judicializado, pierden su principal argumento y quedan atrapados en la misma trampa discursiva que ellos mismos construyeron.

Uribe ganó una batalla jurídica que duró más de 10 años, pero la guerra será democrática en el año 2026, y es la que hay que ganar. Ahora su papel será contribuir a reconstruir la confianza en la política, en las instituciones y en la palabra. Su influencia seguirá siendo determinante. Puede ejercer el rol de guía y orientador de una nueva generación de líderes, capaz de tender puentes, unir causas y devolverle propósito al servicio público.

De poco serviría haber ganado en los estrados judiciales si se pierde en las urnas en 2026. La derecha está llamada a superar los personalismos, modernizar su narrativa y ofrecer una alternativa real. Uribe puede ser el faro de esa transformación, el timonel que ayude a reenfocar el rumbo sin imponer, convocando desde la autoridad que le otorgan la experiencia y la coherencia.

La absolución de Uribe no es solo el triunfo de un hombre, sino la reivindicación de una corriente política que vuelve a tener legitimidad para proponer, construir y gobernar. También representa una oportunidad para que Colombia recupere el debate profundo sobre liderazgo, Estado, seguridad, austeridad y cohesión social. El reto no consiste en mirar atrás, sino en proyectar una alianza más abierta, moderna y con sentido nacional.

La voz de Uribe será decisiva. Su influencia se sentirá en la conformación de las listas al Congreso, en las alianzas regionales y en la narrativa del país. En últimas, su nombre quedará inscrito no solo como el presidente que enfrentó al terrorismo, sino como quien logró rescatar a Colombia del extravío.

Uribe se levanta como símbolo de coherencia, temple y propósito. Su historia nos enseña que ningún obstáculo es definitivo y que la política, cuando nace del amor por la patria, no conoce derrotas. Mientras exista Álvaro Uribe Vélez, no habrá causa perdida.

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