Hasta ayer no podían ser más desastrosos los balances que arrojan la pandemia y el paro nacional. Más de cien mil muertos, la amarga cosecha de víctimas en Colombia por el coronavirus. 12 billones de pesos las pérdidas económicas causadas por el paro. Esta situación hace que la cifra de Fedesarrollo y de la Ocde de tener un crecimiento económico de cerca del 8 % este año sea difícil de lograr. Bueno es infundir optimismo pero cuando las condiciones creadas por la naturaleza y la insensatez humana se muestran adversas, la aspiración se convierte en utopía. Ojalá al final del año nuestro escepticismo no se torne en cruda realidad.
A mitad del 2021 los contagios en Colombia superan la cifra de 25 mil casos y 500 o más muertos por día. Una cosecha amarga, en buena parte originada en la violación de los protocolos de bioseguridad por quienes en las calles armaron y estimularon el vandalismo, con marchas desordenadas y delictivas para arrasar con la vida y bienes de los colombianos.
En buena proporción la emergencia sanitaria y el colapso de Ucis y de capacidad física y anímica de los servidores de la salud púbica, fue causada por los desbordamientos irresponsables de los huelguistas. El pasado lunes el presidente Duque cifró en 10.000 las muertes que se pudieron haber evitado. Los organizadores del paro, revestidos de una insensatez pasmosa para incitar y excitar los ánimos de los revoltosos para tomarse las calles y arrasar con todo lo que encontraron a su paso, ofrecieron a la pandemia la mejor oportunidad para que con su guadaña de muerte engarzara a los pendencieros.
¿Quién va a responder por tanto desastre? ¿Quién va a dar la cara para responsabilizarse de todas las barbaridades cometidas contra la vida, bloqueos de vías públicas que impidieron transportar alimentos y medicinas, materias primas y bienes terminados de exportación, generadores de empleo? ¿Quién va a pagar los daños y perjuicios cometidos contra pequeños y medianos comerciantes e industriales que vieron sus negocios destruidos, camiones incendiados y mercados desabastecidos por acción del vandalaje de los bárbaros? ¿Quién les va a resarcir a los hogares más humildes la ausencia de aquellos alimentos de primera necesidad que no pudieron consumir por el alza de los precios en las tiendas desabastecidas? ¿Pagará el ciudadano de bien, el hombre de clase media, llevando sobre sus espaldas reformas tributarias draconianas para pagar más impuestos y cubrir los pasivos nacionales dejados por los irresponsables?
Pero ante estos interrogantes de un paro que si bien tuvo algún condimento de protesta social fue excedido por una mayor dosis de aprovechamiento político/subversivo, respondió con desfachatez el vocero de Fecode. Su propósito esencial era “robustecer el movimiento... para derrotar la ultraderecha y llegar al poder en 2022...”. Peló el cobre para confirmar lo que se sospech aba. Que era un paro con marcado ingrediente de politiquería electorera, así dejara mayor pobreza entre las gentes más vulnerables de la sociedad colombiana.
Entre la pandemia y los daños causados por la violencia de la huelga, dejan la salud y la economía colombiana confinadas en sala de Cuidados Intensivos