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Una sonrisa, una palabra amable, una pausa para escuchar de verdad... son gestos pequeños que nacen de una mirada compasiva.
Por Caty Rengifo Botero - JuntasSomosMasMed@gmail.com
Te levantas y te pegas en el dedo pequeño del pie, prendes la ducha y en medio de esta el agua se va, sales de la casa tarde y el trancón para llegar al trabajo está peor que nunca. Hay días en los que todo parece gris, en esos días solemos concentrarnos en lo que nos falta, miramos lo que no funciona, percibimos con intensidad lo que duele. Queremos y pedimos que acabe el día y entre más nos esforzamos por que eso suceda, más pesa el mismo. No podemos cambiar el clima, el trancón, no podemos retroceder el tiempo y mover la mesa para no darnos en el dedo pequeño, pero si podemos cambiar la forma en la que miramos cada uno de esos hechos.
Lo único que controlamos todo el tiempo es nuestra percepción y la misma es un filtro poderoso. Tal como lo dice uno de mis autores favoritos: Viktor Frankl, “entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio está nuestro poder para elegir nuestra respuesta. Y en nuestra respuesta reside nuestro crecimiento y nuestra libertad”. Si miramos con los ojos del juicio, veremos errores. Si miramos con los ojos del ego, veremos competencia, si pensamos que el mudo está en contra nuestra, lo vemos atacarnos todo el día, pero si elegimos mirar con los ojos del alma, veremos luz. Veremos humanidad.
Autores como Don Miguel Ruiz, en Los Cuatro Acuerdos, nos invitan a no hacer suposiciones y a no tomar nada de manera personal. Esa práctica, aunque sencilla en apariencia, nos permite ver al otro sin el velo de nuestras propias heridas, sin la preconcepción de las ideas que el otro tiene porque yo creo que las tiene.
En nuestro día a día —en el trabajo, en casa, en la calle— tenemos la oportunidad de elegir cómo mirar. ¿Vemos las imperfecciones o la intención? ¿Nos enfocamos en lo que falta o en lo que brilla? La actitud con la que miramos al mundo no solo transforma nuestro día, transforma el mundo mismo.
Una sonrisa, una palabra amable, una pausa para escuchar de verdad... son gestos pequeños que nacen de una mirada compasiva. Y como decía Martin Luther King Jr., “la oscuridad no puede expulsar a la oscuridad; solo la luz puede hacerlo”.
Hoy te invito a mirar con otros ojos. A ver la magia en lo cotidiano. A reconocer la luz en cada persona, incluso cuando está escondida, como alguna vez me dijo uno de mis mentores: Liderar es encontrar el petróleo de cada persona, eso que les hace especiales. Porque cuando cambiamos la forma en que miramos el mundo, el mundo cambia para nosotros.