Ya en el 2015 había advertido en varios artículos publicados en EL COLOMBIANO, que los denominados soterrados se inundarían porque las crecientes, al exceder la capacidad hidráulica del canal, hacen que sean ellos los primeros “que se llenan” y está demostrado que los sistemas de bombeo no funcionan.
De nada valieron los argumentos expuestos ante la administración de ese entonces y cuyo Concejo Municipal aprobó sin considerar que iba en contravía del Plan de Desarrollo. No hubo análisis técnicos o estudios basados en los riesgos que para la movilidad y la seguridad ciudadana exigía, para terminar en una billonaria obra que además, nunca consideró lo siguiente:
- Las fajas de terreno de 60 metros de ancho adyacentes al río estaban reservadas para construir a nivel un Sistema Vial Multimodal que incluya los modos férreos de pasajeros (tipo Metro) y de carga, el modo automotor, redes de servicios públicos (acueductos, gas, plan maestro de colectores de aguas residuales, transporte de energía de alta tensión, etc.,) y ... la construcción futura de segundos pisos viales para conectar a mayor velocidad, los extremos de la metrópolis y cuya financiación se lograría mediante peajes; pero esa visión de largo aliento, se fue al suelo... los soterrados la borraron del mapa.
-Hubo más arquitectura y paisajismo que ingeniería, muchas páginas de imágenes y renders para exponer con bombos y platillos las bondades del proyecto ganador de un concurso que, supuestamente, recuperaría espacios para la recreación; el denominado Parques del Rio, que borró de un plumazo el hermoso bosque del barrio Conquistadores al cual se le anexó una cubierta de 400 metros bajo la cual se instalaron seis carriles en los que hoy -en un aire contaminado, un ruido ensordecedor y poca visibilidad- se disputan miles de vehículos la vía de su preferencia.
-Una disciplina como la ingeniería hidráulica, que de haberla aplicado para evaluar la probabilidad y la gravedad del riesgo frente a las inundaciones por las crecientes del río, y cuyo drenaje no es posible porque su nivel está por debajo, de plano hubiese descartado ese billonario proyecto que, vía impuestos, nos impuso la administración y cuyo beneficio nunca apareció. Para no mencionar otros asuntos ocultos e inconmensurables como la irreparable pérdida hasta hoy de 5 vidas humanas, que se le suman al billón de pesos.
Las inundaciones continuarán sin solución a la vista, habida cuenta de la limitada capacidad hidráulica del canal del río, inferior a las crecientes máximas y con el agravante de incrementarse con el proceso de urbanización. Porque al sustituir el suelo y la vegetación por techos y pavimentos, y desaparecer la vegetación que antes le ponía freno a la escorrentía, las aguas llegarán más rápido a las afluentes y “de una al río” para llenar deprimidos y taponar quebradas y alcantarillas, que antes de la creciente allí descargaban.
Otro inconveniente más que se le suma a la reducida movilidad en la ciudad; pues cada que hay un aguacero, la administración evalúa como solución, instalar talanqueras en los accesos de vías deprimidas.
He aquí un desafío más que en materia de infraestructura para la movilidad, tendrá que enfrentar y resolver el nuevo alcalde de la ciudad