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Por David E. Santos Gómez - davidsantos82d@hotmail.com
En una de las escenas más dramáticas y recordadas de Game of Thrones, la exitosa serie fantástica de HBO, una de sus antagonistas, la reina madre Cersei Lannister, es obligada a caminar desnuda por un largo callejón mientras el pueblo entero le grita una y otra vez vergüenza, vergüenza, vergüenza. La familiar del monarca, caída en desgracia, soporta la humillación pública para redimirse, pero el eco de los gritos marcó el resto de su relación con sus súbditos. Shame, shame, shame, se transformó en un ícono de la cultura popular contemporánea y la frase se usa hoy como calificativo de acciones deplorables a medio camino entre la referencia pop y la actualidad política.
Recuerdo la escena porque la semana pasada se repitió en la vida real estadounidense. En medio de una redada de agentes migratorios del temido ICE (Immigration and Customs Enforcement) en dos restaurantes en San Diego, California, la comunidad de la zona salió a protestar contra los agentes para impedir que se llevaran detenidos a los trabajadores de los locales. Shame, shame, shame, gritaron sin pausa mientras hacían retroceder a los uniformados, que finalmente terminaron por subirse a una camioneta y abandonar el lugar. El alcalde de San Diego, Todd Gloria, se mostró indignado por este tipo de redadas, cada vez más frecuentes, que tienen a la comunidad -con papeles o sin ellos- en una incertidumbre total. Desde el sábado en Los Ángeles, en una escalada del enfrentamiento, se ven choques violentos entre manifestantes y fuerzas migratorias que han terminado con decenas de detenidos y varios heridos. El presidente Trump decidió enviar a la Guardia Nacional a la ciudad para frenar las protestas en una movida autoritaria.
A finales de mayo, la presidencia de Trump emitió una directiva en la que exigía a ICE detener al menos 3.000 personas diarias para cumplir con las metas de deportación que prometió en campaña. La orden ha llevado a operativos plagados de irregularidades. Los parámetros para los arrestos son confusos -según denuncias de abogados y familiares involucran, en ocasiones, falsas promesas o mentiras- y son frecuentes las historias de violaciones a los derechos de los migrantes o de deportaciones por error. Se ponen las esposas en las manos y después se pregunta.
En algunas ciudades con presencia masiva e histórica de migrantes esta política está causando estragos. El alcalde Gloria insiste que, si bien se venden estas redadas ordenadas por el gobierno federal como una medida de seguridad, se está logrando lo contrario. El temor de los migrantes a salir de sus casas afecta escuelas, oficinas, campos agrícolas y restaurantes. Ni siquiera los papeles en regla y la ausencia de antecedentes judiciales son garantía para quedarse en el país.
Las comunidades que se oponen a las redadas empiezan a simbolizar la profunda fractura en la sociedad estadounidense. Para el trumpismo es el ejercicio del orden. Para los opositores el ejemplo prototípico del abuso del poder. Shame, shame, shame.