Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
¿Qué están leyendo en el club? Así es como construimos, poco a poco, un mundo donde sea más agradable vivir y sentir.
Por Diego Aristizábal Múnera - desdeelcuarto@gmail.com
Un club de lectura es un laboratorio, eso lo compruebo una y otra vez cuando pasamos sin pudor de una obra venerable o infalible a un autor desconocido cuya historia nos llevará por caminos inciertos, temas complejos que a veces no sabemos cómo digerir. Un club de lectura siempre será la posibilidad para abrir ventanas que nos permitan vislumbrar el ancho mundo de la literatura; por eso un club de lectura se hace y se fortalece cuando, entre todos, nos atrevemos a probar cosas distintas, cuando se nutre por la visión de cada uno de los integrantes, sin reverencia ni miedo.
Confieso algo, no siempre me gusta compartir en un club de lectura la obra más famosa de un autor, a veces siento que nos quedamos leyendo lo mismo de los mismos, y por eso vale la pena tomar riesgos y compartir otras obras que nutran la conversación. Eso hice con el escritor suizo, Joël Dicker, no elegí “La verdad sobre el caso Harry Quebert”, obra que lo hizo muy famoso hace más de diez años, sino que preferí arriesgarme con su novela más reciente, “La muy catastrófica visita al zoo”, una novela que parece anodina, pero que apenas la leí pensé que era perfecta para leer en un club de lectura porque va en sintonía con lo que busco, generar conversaciones diversas, cuestionar, inquietar, y, por qué no, comprobar si el propósito de Dicker con esta novela se cumplía o no.
¿Y qué se propuso Dicker con esta novela?, nada más y nada menos que “escribir un libro que pudieran leer y compartir todos los lectores, sean como sean y estén donde estén, de los siete a los ciento veinte años”. Detrás de menuda promesa, para mí está el elixir de quienes escriben, ser leídos por todos ¿Lo lograría Dicker?
Pues debo decir que lo logró, porque apenas iniciamos la conversación alguien dijo que después de leerla se la recomendó a su sobrino de nueve años, no muy lector, y la leyó de un tirón y este logró, además, que la abuela, cero lectora, quisiera leerla. Otra integrante dijo que la leyó en familia mientras armaban un gran rompecabezas y fue un éxito. Una más habló feliz porque pudo conversar con su hija sobre democracia, qué es ser especial, lo diverso. A otro le dio para explicar la obra partiendo de la tercera ley de Newton. Y uno enfatizó que a pesar de que le gustan las historias tristes, le encantó que esta terminara feliz. No faltaron quienes subrayaran que se conectaron con su niño interior, como bien sugiere Dicker.
Me quedo pensando en qué es una gran obra literaria, ¿acaso no es la que permite que los no lectores se acerquen a los libros, empiecen su camino? ¿Una gran obra no es la que se puede compartir en familia, la que une, la que conmueve y cuestiona, la que nos devuelve la posibilidad del asombro? No es fácil escribir sencillo y que a la par toque temas complejos y aclare conceptos que creemos dominar como adultos. Lo que pasa en esta novela no son cosas de niños, son de todos.
Un club de lectura, también lo he comprobado, impacta al círculo cercano de quienes asisten: familiares, amigos, compañeros de trabajo, etc., porque ver a alguien con un libro siempre generará curiosidad, y no faltará la pregunta, que se volverá costumbre y guía: ¿Qué están leyendo en el club? Así es como construimos, poco a poco, un mundo donde sea más agradable vivir y sentir.