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Dime con qué sueñas

Como no era capaz de distinguir el norte del sur ni la derecha de la izquierda sin echarme la bendición, tuve que renunciar a la idea del velero. Más tarde renunciaría a echarme la bendición y ahora no sé qué táctica usar para ubicarme.

08 de octubre de 2023
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  • Dime con qué sueñas

Por Sara Jaramillo Klinkert - @sarimillo

Se llamaba Wilson y le decían niño de cristal porque tenía una enfermedad que hacía que su piel fuera tan extremadamente sensible que a duras penas resistía el roce de su propia ropa. Parecía que con sólo mirarlo uno podía llegar a hacerle daño. Daban ganas de meterlo dentro de una burbuja que lo protegiera como al más delicado y valioso de los seres. Cuando le pregunté qué soñaba ser cuando grande me sorprendió su respuesta. Wilson mencionó una profesión bastante ruda: quería manejar una tractomula. Lo anterior lo recordé porque estoy haciendo un curso de sueños lúcidos, que no es otra cosa que una serie de técnicas para manipular los sueños e interrogar al subconsciente. El curso obliga a estarse preguntando si se está dormido o despierto porque ocurre que no son estados tan distintos como creemos y la única forma de manipular un sueño es ser consciente de que se está soñando.

En una de las lecciones me vi obligada a revisitar mis sueños de infancia. Yo, quería darle la vuelta al mundo en un velero y, después de ver cien veces karate Kid, quise ser karateca. Cuando Nadia Comaneci sacó el primer diez en los olímpicos me metí a clases de gimnasia con el deseo de ser como ella. Pronto renuncié al karate porque mis hermanos casi me descabezan de una patada. En las clases de gimnasia entendí que para ser Comaneci tendría que haber entrenado desde antes de nacer. Como no era capaz de distinguir el norte del sur ni la derecha de la izquierda sin echarme la bendición, tuve que renunciar a la idea del velero. Más tarde renunciaría a echarme la bendición y ahora no sé qué táctica usar para ubicarme.

Creí que había olvidado mis sueños de infancia y entonces llegó el curso y su invitación a reinterpretarlos. Entendí que una niña que sueña con navegar, en realidad, sueña con ser libre; que soñar con ser Comaneci no es soñar con ser gimnasta, sino con poder controlar el cuerpo, mantenerlo sin ataduras ni raíces ni límites. Lo del karate correspondía a mi deseo de ser capaz de defenderme por mí misma, especialmente después de que perdí a mi padre. Si quise escribir fue para crear un mundo paralelo en donde mis muertos pudieran existir de alguna manera. En cuanto a Wilson entendí que él no soñaba con ser mulero, lo que quería era poder estar protegido dentro de una burbuja, como los cubículos de las tractomulas, para poder moverse y avanzar sin que nadie le lastimara la piel. En últimas, el niño soñaba con protección y libertad.

Es muy revelador recordar los sueños de la infancia porque, sin duda, son la expresión más genuina de las necesidades, miedos y deseos alojados en el subconsciente. Quizá por tenerlos tan claros he podido crecer sin ataduras ni lastres. Me han permitido moverme libre por el mundo, darle pata a todo el que se la merezca y escribir novelas en las que, a menudo, late la figura de mi padre. Ignoro qué fue de Wilson pero, con tractomula o sin tractomula, espero que haya llegado bien lejos.

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