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El rencor, enfermedad incurable

El odio clasista y a las instituciones legítimas podría llevar a que se repita la asonada contra el Capitolio cuando inicie el Congreso las discusiones sobre las reformas sociales.

13 de febrero de 2024
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  • El rencor, enfermedad incurable
  • El rencor, enfermedad incurable

Por Alberto Velásquez Martínez - opinion@elcolombiano.com.co

Si hay una enfermedad incurable, es el rencor. Y cuando el rencor se une a la paranoia, la explosión de las pasiones no tiene límite. Son iras, como las de Petro, que al volverse consuetudinarias, estimuladas por azuzadores profesionales venidos como estrategas del arisco pueblo catalán español, dividen más a un país que lleva tantos años soportando el fenómeno de la violencia.

Las llamadas bodegas, que tienen ahora el refuerzo de la plataforma ciberactivista del hombre de Cataluña, Xavier Vendrell –según denuncia de EL COLOMBIANO– alimentan odios. Recalentaron las cóleras de colectivos vociferantes contra los magistrados que deliberaban. Irrespetaron y coaccionaron la independencia de la Corte Suprema de Justicia, aquella institución que en 1985 fue incinerada e inmolados sus magistrados por los subversivos del M-19. Ahora, 39 años después, revoltosos intentaron penetrar al recinto de los jueces, promovidos por las consignas oficialistas “en defensa del mandato popular”. Nuevamente la delirante idea de imponer el Estado de Opinión sobre el Estado de Derecho salió a flote.

Entre quienes estaban, no propiamente camufladas en el bochinche, se encontraban la ministra de Trabajo, Gloria Ramírez, activista del Partido Comunista, y la nueva superintendente de Industria y Comercio, Cielo Rusenque. Compartían escenario en el drama. Su presencia daba apoyo a los revoltosos. Era una presencia indebida y desafiante –porque desconocían, como parte del Ejecutivo, la división e independencia de poderes– contra los derechos de los magistrados para elegir libremente una fiscal general de la terna hecha a la medida del actual gobierno. Recordó la ministra Ramírez sus épocas de activista de la extrema izquierda, cuando debía estar ajustando unas mejoras a su proyecto de reforma laboral para hacerlo menos draconiano.

El asedio fue calificado por el presidente de la Corte como “bloqueo violento e ilegal”. Y la presidenta del Consejo Superior de la Judicatura denunció que “estuvieron privados del derecho a movilizarse, impidiendo el ingreso de alimentos”. El odio clasista y a las instituciones legítimas podría llevar a que se repita la asonada contra el Capitolio cuando inicie el Congreso las discusiones sobre las reformas sociales. Las sombras de un Trump moviendo sus masas para asaltar el Capitolio estadounidense, y de Bolsonaro ordenando el asalto al Congreso del Brasil, se veían en el lastimoso espectáculo como almas en pena merodeando en las penumbras de la institucionalidad colombiana.

Desde la casa presidencial su inquilino mayor persiste en enfrentarse a los órganos del poder público que le dan estabilidad al régimen democrático. Se inventa golpes de Estado para victimizarse, en los que solo cree el desinformado secretario general de la OEA, en desatinada declaración que produjo la contundente y oportuna rectificación del exvicepresidente Humberto de la Calle. Petro se va quedando con ministros de segunda, puesto que los ministros serios y más competentes han salido estrujados del gabinete. Solo quiere la compañía para sus audacias de ministros activistas en la política, caracterizados por su dogmatismo ideológico.

A medida que corre su gobierno camorrista, el mundo civilizado comprende que su bandera de hacer de Colombia una “potencia mundial de la vida”, ha sido arriada para clavar en la tierra su nuevo estandarte de “Colombia, potencia mundial del rencor”.

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