Por Beppe Severgnini
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Un empleado del gobierno, quedándose calvo a finales de sus 30, tiene un verdadero amor” “il posso fisso,” un empleo de por vida. No quiere competir en el mercado laboral; no tiene el empuje para avanzar. Ni siquiera quiere ganar más. Entréguele un escritorio, una silla y un empleo de 9 a 5 en la “pubblica amministrazione,” y está feliz. Fichando tarde, conversando con sus colegas, aceptando pequeños sobornos de los pagadores de impuestos (el preferido: codorniz), un salario habitual - eso es vida!
Y claro, están los sellos de goma. Al empleado le encantan. Bum! Bum! Bum! Cuando su jefa, quien quiere deshacerse de él, le pregunta con rabia “Qué ha contribuido usted a este departamento?”, él le...