Para María Elena no hay mes de las ánimas. Todos los días convive con ellas. Una caja de lata pintada de flores hace las veces de cofre donde van a dar los nombres de los que se van muriendo, tanto en la familia como ajenos a ella.
Todo empezó hace muchos años, cuando murió Luis María, un personaje familiar tan querido por todos que algunos lo creíamos inmortal. Entonces Maena, como le decimos, metió su nombre en la cajita y, apoyada en su memoria, hizo una lista con todos los que habían muerto antes que él. Ayer metió a Matilde, la última en emprender el viaje. En el tarro de los muertos reposan abuelos, bisabuelos, tíos y primos hasta donde se ochentizan; su marido, su mamá y hasta la mía. Más de doscientas almas compiten al azar por un padrenuestro...