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Por Federico Arango Toro - fedearto@icloud.com

El presente nos ha devuelto al pasado

hace 5 horas
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Por Federico Arango Toro - fedearto@icloud.com

Por los días del pasado cambio de siglo, Colombia vivía una de sus etapas más sombrías. La violencia, el secuestro, el narcotráfico y el desplazamiento forzado, sumados a la fragilidad de sus instituciones, sumían al país en una profunda desesperanza colectiva. Se llegó incluso a hablar de un “Estado fallido”. El miedo era cotidiano y muchos compatriotas emigraron por falta de oportunidades y la fe perdida en nuestro futuro.

Fue en tal contexto que emergió un liderazgo que entendió la seguridad como un bien público innegociable y condición indispensable para la inversión y el desarrollo. Un liderazgo que, sobre todo, supo canalizar el descontento profundo en voluntad colectiva de transformación, marcando con ello un punto de inflexión.

Con su visión de mediano y largo plazo, conocimiento profundo del país y ejemplo de trabajo sin pausa, se recuperó la seguridad, dinamizó la economía y, más significativo, restauró la confianza de los ciudadanos en su propio destino. Muchos que habían emigrado regresaron convencidos de que era posible construir una vida digna en su tierra.

Dos décadas después, el presente parece habernos devuelto a aquel pasado de angustia y ansiedad. Crece la inseguridad urbana y rural, retornan el secuestro y la extorsión, el crimen organizado muta y se expande y la acción del Estado es débil o inexistente en vastas regiones del país. La economía, desorientada por políticas erráticas, se encuentra casi estancada, la inversión flaquea, el empleo formal se contrae, la inflación castiga y la incertidumbre jurídica desalienta el emprendimiento. En fin, es un país sin brújula, las instituciones se encuentran tensionadas por intereses politiqueros, las normas cambian por prurito ideológico y la ciudadanía nuevamente ha perdido la fe en su futuro.

Con este panorama enfrentaremos una nueva elección presidencial. Tendremos que decidir entre escenarios diversos y divergentes; no bastará con rechazar lo que no nos guste. Es indispensable construir una mayoría responsable en torno a una propuesta clara y a una figura que de verdad encarne virtudes de estadista. Su liderazgo debe haber sido probado y no surgir del cálculo oportunista ni del discurso fácil o consignas publicitarias; requiere carácter para enfrentar un Estado descuadernado con gravísimas crisis en múltiples frentes, capacidades técnicas para diseñar soluciones viables, visión para pensar el país a largo plazo, y, sobre todo, coherencia ética que le otorgue autoridad moral. No se trata de buscar salvadores, sino de exigir preparación, profundidad y compromiso con el bien común.

Esta vez, el deber ciudadano sí que trasciende el mero acto de votar. Consiste en informarnos, exigir debates públicos de altura, participar respetando las diferencias y combatir la desinformación; además, rechazar el populismo y las soluciones mágicas para poder elegir con criterio.

El momento crucial no admite que la frustración nos lleve por atajos, gritos vacíos o promesas imposibles; tampoco por la apatía. Así como en el pasado convertimos la desesperanza en fuerza cívica para cambiar el rumbo, hoy estamos llamados a hacer lo mismo.

Colombia no está condenada a repetir su historia, pero sí está obligada a aprender de ella. El futuro no llegará solo, hay que escogerlo. Está en nuestras manos volver a confiar y avanzar.

¡Colombia tiene y merece un futuro mejor. Es hora de elegirlo con firmeza y responsabilidad!

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Por Federico Arango Toro - fedearto@icloud.com

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