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El mapa de la intelectualidad latinoamericana

Este mapa se compone de tres dimensiones que permiten ubicar a casi cualquier intelectual de la región.

hace 16 horas
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  • El mapa de la intelectualidad latinoamericana

Por Javier Mejía Cubillos - mejiaj@stanford.edu

Nadie aprende a ser un intelectual público en la universidad. No existe un programa académico que enseñe a generar ideas valiosas para la opinión pública ni a entender el mercado en el que esas ideas compiten.

Por eso, hoy quiero ofrecer una herramienta que puede orientar ese aprendizaje—si yo creara un programa que formara intelectuales públicos, empezaría por presentar esta herramienta. Se trata de un mapa de los generadores de ideas latinoamericanos.

Este mapa se compone de tres grandes dimensiones que permiten ubicar a casi cualquier intelectual de la región. Imagínense cada una de esas dimensiones como una línea recta con dos extremos.

1. La dimensión cultural y artística. Aquí se ubican quienes reflexionan sobre la sociedad al margen del mercado y del Estado. Es el territorio clásico del intelectual estereotípico—el de cuello de tortuga, ferias del libro, y cine arte.

En un extremo de esta dimensión están quienes exploran los aspectos narrativos y simbólicos de nuestra realidad. ¿Qué revela el lenguaje sobre el mundo en que vivimos?, ¿qué caracteriza nuestra imaginación colectiva?, ¿por qué se expresa ésta de una manera y no de otra? Ese es el tipo de preguntas que absorben a quienes están en esa esquina. Aquí yo ubicaría a guionistas como Pablo Illanes, ensayistas como Beatriz Sarlo o novelistas como Juan Gabriel Vásquez y Samanta Schweblin.

En el otro extremo están quienes analizan la dimensión no ficcional de la vida social, quienes piensan cosas como ¿por qué ciertos temas dominan la conversación pública mientras otros permanecen invisibles?, ¿quiénes tienen voz y por qué?, ¿qué implicaciones morales tienen los discursos que acogemos? En este rincón estarían antropólogos como Arturo Escobar, filósofos como María Pía Lara o periodistas como Leila Guerriero.

2. La dimensión política y de políticas públicas. Es el espacio de quienes piensan la acción colectiva y el funcionamiento del Estado.

En un extremo está la conversación sobre política en sentido estricto—e.g. las discusiones sobre las luchas por el poder, la descripción de las estrategias electorales, la reflexión sobre las tensiones ideológicas. Allí solemos encontrar a exfuncionarios públicos, diplomáticos o politólogos, personas como Jorge Castañeda o Marta Lagos.

En el otro extremo está el análisis técnico de las políticas públicas—e.g. la evaluación del impacto y los costos de los programas sociales, el debate sobre la regulación urbana, la discusión sobre los modelos de seguridad social. Buena parte de este espacio está poblado por economistas y otros científicos sociales aplicados. Nombres como los de Ricardo Hausmann o Nora Lustig estarían en ese extremo.

3. La dimensión económica y empresarial. Esta esfera concentra la discusión sobre la generación de riqueza y el funcionamiento de los mercados.

En un extremo encontramos a los economistas que analizan los agregados macro como lo hacen Santiago Levy o Eduardo Lora, que estudian la productividad, el desempleo, el comercio internacional, etc. En el otro extremo están quienes comentan la dinámica empresarial. Allí, además de los tradicionales analistas sectoriales, está la creciente comunidad de comentaristas digitales sobre emprendimiento y finanzas personales. Oso Trava y Daniel Bilbao son los dos primeros nombres que recuerdo al pensar en este extremo.

Ahora bien, estas tres dimensiones se entrecruzan. La mayoría de los generadores de ideas se concentran en un punto específico de una dimensión. Allí tienen una audiencia especializada y son, entonces, pensadores de nicho. Sin embargo, no son pocos los que fluyen cómodamente a lo largo de una dimensión y algunos cuantos cruzan con frecuencia a una segunda dimensión. Muchos macroeconomistas, por ejemplo, suelen intervenir en debates de política pública; y es usual que comentaristas culturales reflexionen sobre la coyuntura política.

Lo que sí es raro es encontrar a grandes generalistas que transiten con naturalidad todo el espacio. Entre los pocos que se me vienen a la cabeza está Vargas Llosa, quien opinaba con igual soltura sobre literatura, política y economía.

Finalmente, a las anteriores cabe añadir una cuarta dimensión: el alcance geográfico. Pese a sus profundas similitudes, América Latina sigue fragmentada en sus conversaciones públicas. La mayoría de los intelectuales se concentra en debates nacionales, y son pocos quienes logran hablarle a la región entera. Vargas Llosa, de nuevo, y hoy figuras como Moisés Naím o Jaime Bayly son ejemplos de intelectuales con audiencias verdaderamente regionales.

¿Bueno, pero y para qué sirve esta reflexión? Como todo mapa, este pretende ofrecer una guía para navegar un espacio. Ayuda a los intelectuales y al resto de quienes trabajan en la generación y difusión de ideas—e.g. editoriales, medios, centros de pensamiento—a identificar su lugar en este espacio y a proyectar su influencia en la dirección que desean. Pero también nos sirve a todos como consumidores de ideas. Nos recuerda que no existe una sola manera de pensar América Latina. Ser conscientes de la amplitud de este espacio puede llevarnos a buscar voces distintas y a enriquecer nuestra forma de pensar la región.

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