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Golpe de Estado fallido

El esquema golpista que estaba montado, afortunadamente, resultó fallido, debido a la tardía pero eficaz reacción de la fuerza de policía.

16 de febrero de 2024
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  • Golpe de Estado fallido
  • Golpe de Estado fallido

Por Luis Fernando Álvarez Jaramillo - lfalvarezj@gmail.com

Golpe de Estado es el desconocimiento del orden establecido o de algunas instituciones, sin seguir el procedimiento electoral o de otra índole, consagrado por la Constitución; puede ser autor el propio presidente de la República, si intenta disolver o desconocer el parlamento, las altas cortes o los órganos superiores de control. Un golpe de Estado es la toma del poder en forma ilegal, mediante la violencia, para desplazar a la persona que lo ostenta, a alguno de los órganos superiores o cambiar el sistema político vigente, por fuera de los supuestos previstos en la Constitución Política. Busca un cambio repentino del poder, más o menos violento, pero de hecho. Viene de la expresión francesa coup d´Etat, utilizada para describir las acciones violentas y repentinas del rey para deshacerse de sus enemigos.

Desde el siglo XIX evolucionó, especialmente en los denominados países del tercer mundo, hasta convertirse en el concepto actual. En América Latina tradicionalmente se le ha asimilado al denominado golpe de cuartel, que se presenta cuando son los integrantes de las fuerzas militares quienes, en forma autónoma, o bajo presión y auspicio de sectores civiles, dejan de reconocer la jefatura suprema consagrada constitucionalmente en cabeza del presidente de la República, y terminan por asumir un papel activo para presionar mediante la amenaza o el uso real de la fuerza armada, la entrega del poder institucional. Esta práctica fue ampliamente desarrollada por los seguidores de la doctrina de la seguridad nacional, que desde los años 50 asumieron prácticas de toma del poder en buena parte de los países en la región, como sucedió, por ejemplo, en Chile, Argentina y Brasil, e incluso en Colombia.

El 8 de febrero de 2024 grupos de ciudadanos, organizados con el auspicio directo o indirecto del Gobierno Nacional, intentaron penetrar a la sede oficial de las Altas Cortes, con el propósito de invadir de manera inconstitucional, uno de los poderes legítimamente consagrados, supuestamente para presionar la elección de un nuevo fiscal general de la Nación. Aunque como sucede en toda situación de hecho, la acción inicial era la que se acaba de describir, pero lo realmente trascendental es el propósito de fondo, que no era otro que la supresión violenta de uno de los poderes supremos del Estado, y el resultado final, o último, la toma absoluta del poder por parte de quien patrocinó la “aventura”, el desconocimiento de la administración de justicia en su independencia y autonomía, teniendo como telón de fondo, un sospechoso o por lo menos inexplicable silencio por parte del Congreso de la República.

El esquema golpista que estaba montado, afortunadamente, resultó fallido, debido a la tardía pero eficaz reacción de la fuerza de policía, y fundamentalmente, gracias a la reacción moral, que en respaldo a la institucionalidad de la justicia, expresaron de inmediato todos los sectores de la sociedad, como los medios de comunicación, los gremios y la academia. Pero no hay duda acerca de una tentativa de golpe de Estado.

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