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Gustavo Petro se ha convertido en un tahúr, con más ases en la manga que un trampero del Misisipi. El problema es que ya nadie quiere sentarse a la mesa con él por tramposo y vaga como un apestado por las cumbres internacionales donde solo le juntan los otros parias globales, dictadores de poca monta, regímenes de escasa moral democrática y demás ayatolás. Entre ellos, figura el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, otro apestado a quien han metido en prisión a su “número dos” y artífice de su ascenso al poder, y de su más que probable descenso, tan rápido como subió.
Pero cuando uno entra en el bucle de la mentira es difícil salir de ella. Que se lo digan al tal Sánchez, que primero nos vendió que iba a traerse preso al prófugo líder de la revuelta en Cataluña, un tal Carles Puigdemont -“jeta” de los de toda la vida dispuesto a vivir muy bien de la confrontación identitaria inventada por los “nazionalistas”-, y luego pactó con él para poder salir victorioso en una moción de censura vergonzosa contra el centro-derecha gobernante. Sánchez ha acabado negociando una amnistía a la carta y asaltando todas las instituciones posibles para lograr que pase por constitucional. En fin, un bolero, fullero o “vende-burras”, como quieran llamarle. Así tenemos a España, en un descalzaperros permanente.
Petro no le va a la zaga y en cuanto se le tuerce la cosa se inventa una conspiración o un plan de paz llamado al fracaso. Ahora vuelve con el golpe de Estado urdido, según unos muy apropiados audios, por el excanciller Álvaro Leyva con el apoyo al parecer de círculos republicanos estadounidenses. Se trata del cuentito de la extrema-derecha y del enemigo exterior, un recurso de primer grado para las tiranías autodenominadas, socialistas o progresistas, donde solo progresan a fuerza de robar los prebostes del régimen mientras arruinan al resto.
“Hay un golpe y hay que investigarlo y solicitarle a la justicia de los EE. UU. que investigue”, manifestó Petro en su cuenta de X.
La vaina es que el cuentito huele ya. Y como Petro lo sabe, pues se inventa lo de Trump y azuza al FMI. “Las veces que me han querido matar me ha ayudado el gobierno anterior de los EE. UU.”, aseguraba por el del demócrata Joe Biden, su ángel custodio frente al belcebú Trump.
El mandatario vincula la supuesta conspiración de Leyva con una serie de acontecimientos del país, como la investigación de los gastos de su campaña electoral, el proceso judicial por enriquecimiento ilícito contra su hijo Nicolás Petro Burgos, los ataques guerrilleros y de las mafias del narcotráfico en el suroeste, la oposición en el Congreso a sus reformas y hasta el asesinato en 2022 en Colombia del fiscal paraguayo Marcelo Pecci. La tesis de la gran conspiración, como Sánchez, cuando habla de la persecución judicial, al ladrón de su hermano, a la caradura de su mujer y a la más que probable financiación ilegal de su partido.
Leyva, el primer canciller de Petro, contactó a políticos republicanos de Estados Unidos para supuestamente derrocar a Petro, según reveló el domingo el diario español “El País”, un medio cercano al “sanchismo” cuando conviene.
La realidad es que a Petro no le funciona ya nada en el país. Como a Sánchez, al que se le paran los trenes todos los días y que está quemando gas como loco para evitar otro apagón general como el del 28 de abril. Petro pone un circo y le crecen los enanos.
Sus negociaciones de paz son un enredo cada vez más peliagudo, como prueban los cuerpos de ocho líderes sociales y religiosos víctimas de disidencias FARC que han sido hallados en una fosa.
El asesinato de estas ocho personas fue perpetrado sobre el 4 de abril de 2025 por orden de las disidencias a la orden de ‘Iván Mordisco’ y los cadáveres fueron hallados dos semanas después de que este criminal anunciara un paro armado en respuesta a las negociaciones entre su escisión al mando de Alexander Díaz Mendoza, alias ‘Calarcá’, con Petro.
Aten cabos.
