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Estas medidas prorrogarán de forma indefinida las bajadas de impuestos de 2017, evitando con ello la mayor subida fiscal de los últimos sesenta años.
Por Humberto Montero - hmontero@larazon.es
Una quimera es el supuesto efecto balsámico y multiplicador del gasto público. ¿Por qué? Hay evidencias por doquier, pero si lo simplificamos todos estaremos de acuerdo en que siempre se tiene más cuidado al administrar los ahorros propios que el dinero ajeno. Por supuesto, hay infraestructuras básicas que, con el rigor y los controles adecuados, pueden funcionar bien en manos públicas, como la Sanidad o la Educación, pero incluso estas acaban destartaladas si se les deja hacer a los administradores —los políticos— sin seguir criterios puramente mercantiles, porque acabarán siendo un saco roto de déficit y deuda.
Estados Unidos tiene la mayor deuda nominal del mundo, 32,5 billones de euros, muy por encima de China (15,3) y Japón (9,3). Así, cada estadounidense adeuda casi 100.000 euros de media solo por su pasaporte, más la propia deuda privada que arrastre, solo superados por los habitantes de Singapur (151.000). Habrá quien sostenga que las economías más avanzadas están fuertemente endeudadas, pero si analizamos a las que más rápido crecen, las cosas son distintas.
Irlanda se ha convertido en el país más rico de Europa en términos de PIB per cápita, gracias en parte al efecto de la salida de Reino Unido de la Unión Europea. Su tasa de paro es del 4,1% y la deuda pública está a punto de caer por debajo del 40% del PIB (la de Alemania es del 63%; la de Francia, del 113%; la de Italia, del 135% y la de España, del 101%).
Es cierto que buena parte de ese endeudamiento de Estados Unidos es atribuible a su inmenso gasto en Defensa, pero también que este desembolso le otorga una ventaja colosal en el teatro de operaciones global, como prueban las negociaciones arancelarias de Trump, pero también que ese constante lastre hace peligrar su hegemonía en este siglo. Quizá se entienda ahora la exigencia a los socios de la OTAN para que aumenten su gasto militar, evitando que EE. UU. lo pague todo.
Aunque el porcentaje de deuda soberana estadounidense en manos de extranjeros se encuentra en mínimos desde que hay datos (28%) y China solo tiene el 3%, lo que le impide convertirse en una amenaza sistémica, ni para el precio de la deuda pública de EE. UU. ni para la capacidad de financiación del Tesoro de EE. UU. en los mercados internacionales, la subida de gastos del 8% aprobada por el demócrata Biden a finales de 2024, del 700% en el presupuesto de la EPA (Environmental Protection Agency), dejó atado de pies y manos a Trump en los recortes del gasto obligatorio.
A pesar de todo, Trump ha reducido el gasto discrecional en 541.000 millones de dólares en los primeros seis meses de 2025. Todo sin que su paquete fiscal, el “Big Beautiful Bill”, que acaba de pasar los trámites del congreso y del senado, estuviera en vigor.
Estas medidas prorrogarán de forma indefinida las bajadas de impuestos de 2017, evitando con ello la mayor subida fiscal de los últimos sesenta años. Además, se producirá la primera reducción de gasto obligatorio en cinco décadas y la supresión de impuestos sobre propinas y horas extras.
El impacto fiscal estimado es la mayor reducción del déficit en 30 años. El Consejo de Asesores Económicos (CEA) muestra que la deuda pública se reducirá al 94% del PIB en 2034 frente al 117% proyectado con la política de Biden, y el déficit anual se recortará a la mitad.
Sentar las bases de una economía aseada es la única fórmula de éxito conocida. Como en cualquier familia, una dosis de endeudamiento mínima es incluso apropiada si lo que se busca es una inversión potente y puntual de fácil devolución. La historia nos demuestra que los imperios solo caen por una causa: la bancarrota.