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La sensación entre los críticos es que Netanyahu arrastró al conflicto a un indeciso e influenciable Trump. Desde el Salón Oval lo niegan.
Por David E. Santos Gómez - davidsantos82@hotmail.com
La decisión de Donald Trump de bombardear a Irán transformó radicalmente la política exterior de su segundo mandato. Más allá de las consecuencias geopolíticas en Medio de Oriente, de las cuales se han desplegado suficientes y profundos análisis de coyuntura, vale la pena detenerse en lo que puede significar esta decisión al interior del núcleo duro del movimiento MAGA (Make America Great Again) compuesto por los seguidores más fervientes del multimillonario. Para buena parte de ellos el bombardeo fue una cachetada.
Incursionar en una guerra -además con Irán- es una línea roja que Trump prometió no pasar. Hasta el pasado fin de semana el presidente estadounidense número 47 era uno de los pocos que no había iniciado ningún conflicto en el exterior y en su campaña para la reelección insistió en que mantendría alejada a la potencia de cualquier proceso bélico. Su determinación estaba vinculada a la política de aislamiento y de repliegue nacional que pone a “América Primero” y que pretendía evitar guerras extensas y costosas como las de Irak o Afganistán que le significaron a Estados Unidos perjuicios militares y económicos por décadas. En esto Trump se distanciaba radicalmente de los neoconservadores republicanos que insistían en mantener la posición de policía del mundo y en la necesidad de atacar al régimen de los ayatolás.
A lo largo de las últimas semanas, desde el inicio de los ataques a Irán por parte del gobierno israelí de Benjamín Netanyahu, la Casa Blanca dejó claro que no estaba involucrada en los ataques y que no tenía intenciones de hacerlo. El discurso varió rápidamente hacia una posible intervención y finalmente se anunció la sorprendente operación Martillo de Media Noche que utilizó 125 aviones y 14 bombas de más de 13 mil kilos cada una para pulverizar las instalaciones nucleares iraníes.
Para algunos de los seguidores más radicales del presidente, como el estratega de extrema derecha Steve Bannon que ayudó al republicano en su primera campaña y lo acompañó en el 2017, la guerra en Irán es un error y una traición a los compromisos iniciales del mandatario. Lo mismo piensa el periodista Tucker Carlson, una de las voces más trumpistas del espectro informativo estadounidense.
La sensación entre los críticos es que Netanyahu arrastró al conflicto a un indeciso e influenciable Trump. Desde el Salón Oval lo niegan. Dicen que las declaraciones ambivalentes, sobre no entrar a la guerra para luego bombardear, tienen que ver con las estrategias bélicas. Con despistar al enemigo. Pero hay miembros del MAGA que no lo creen. Insisten en que es una equivocación y se sienten burlados.
Trump sigue adelante y asegura que los suyos no le darán la espalda. Se precia de tener la base de seguidores más fiel. “Podría pararme en medio de la Quinta Avenida y dispararle a alguien, y no perdería ningún votante”, dijo en el 2016 en una declaración ya famosa. La guerra en Irán lo pondrá a prueba.