Pico y Placa Medellín
viernes
3 y 4
3 y 4
Estación Adrenalina, a la que llegan historiadores expertos en césares y guardias pretorianas, templadores de vidrios antibalas para que el líder pueda hablar tranquilo, francotiradores que buscan sospechosos entre la multitud, angeólogos que han puesto en estado de alarma a los arcángeles (en especial a Miguel que luchó contra el diablo), agentes especiales que se infiltran usando toda clase de disfraces, espías que en ocasiones también le trabajan a la contra parte, fabricantes de robots que servirían como policías imposibles de matar y corromper, médicos especializados en reconstituyentes potentes para el estado físico y cerebral, probadores de comidas, no sea y alguna salga envenenada; brujos (los tenía el Gran Burundú-Burundá) que reciten ensalmos protectores, rastreadores de micrófonos y cámaras en techos y rincones, maquilladores y asesores de imagen que “quitan” años y arrugas, lectores de gestos para interpretar la comunicación no verbal del que habla, conductores (que parecen de piedra) conduciendo carros blindados. En fin, los sitios a los que llegan los poderosos del planeta (ahora posiblemente asediado por el 3I/Atlas) han sido barridos con todas las tecnologías y estrategias (lo que incluye revisar invitados, guardaespaldas, fotógrafos de prensa, traductores etc.), Y en estos lugares de poder, todos los sustos son posibles.
El poder crea una enorme soledad, se lee en Shakespeare, pero también dice que hay algo que lo supera: el miedo. Alguien hablaba del síndrome del éxito, que consiste en llegar a una meta superior y, al coronarla, en lugar de gozarla, lo que hay que hacer es defenderse de los que están escalando y quieren desplazar a quien llegó a ese punto. Pasa en el mundo del modelaje y los actores, entre los deportistas y en los puestos de poder en las empresas; se da en el mundo de la ciencia y en el de los artistas, en el de las religiones y. con furia, en el de quienes tienen el poder político, que es donde abunda el Aquí fue Troya.
En los días de gobiernos desbordados que vivimos, los sustos en muchos presidentes y dictadores son abundantes (con su reflejo en úlceras intestinales, disfunciones en esfínteres y lagunas mentales) y continuados. Sustos de ser envenenados, encarcelados, juzgados por tribunales internacionales, bloqueados para cualquier actividad financiera, descubiertos en intimidades, padecer un infarto mientras alegan, estar en la mira de un francotirador, sufrir un misilazo en pleno vuelo, pisar una alfombra y salir volando etc. Y en esta confusión, donde la adrenalina se segrega como si cada minuto fuera el de san Jorge contra el dragón, el ciudadano de a pie asiste a una película absurda y de suspenso, promovida por las redes y multiplicada en los celulares. Y bueno, ahí vamos, con sustos, pero no tan grandes como los de otros.
Acotación: Vivir asustado es mantenerse a la defensiva. Y en este estado no se piensa, sino que se salta sin saber dónde se irá a caer. Y bueno...
