Esa mañana del 2 de noviembre de 1995 –hace 25 años– sonó el teléfono de nuestra oficina en EL COLOMBIANO. Era la voz estremecida del entrañable amigo Ignacio Molina, quien a duras penas podía articular la voz para contar la noticia del asesinato de su jefe Álvaro Gómez. Años atrás, en 1988, nos había anunciado el secuestro de Gómez por parte del M–19.
Han pasado 25 años de este asesinato, que durante muchos años se pensó que era un crimen de Estado, y a duras penas se van conociendo fragmentariamente...