Mis abuelos paternos vivieron toda su vida en una finca. Allí trabajaban el campo y tenían vacas con nombres que a mí me hacían pensar en mutaciones extrañas. En aquel entonces no sabía que era posible ponerle, por ejemplo, “Mariposa” al cuerpo de una vaca, no me cabía en la cabeza cómo alas tan diminutas soportaban el peso de un cuadrúpedo de esos. Yo crecí pensando que el campo era un lugar donde pasaban cosas maravillosas, no de otra forma, familias con un montón de hijos salían adelante. La tierra daba todo para que ninguno muriera de hambre.
Lastimosamente cuando la guerrilla y los paramilitares jodieron el campo, muchos campesinos tuvieron que elegir la ciudad como destino para sobrevivir un poco más. Muchos murieron deseando regresar,...