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La cultura del ruido

¿Por qué somos así? ¿Por qué nos aturdimos? Nos falta empatía para recordar que no vivimos solos y que los demás tienen nuestros mismos derechos.

05 de septiembre de 2023
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  • La cultura del ruido

Por Daniel Carvalho Mejía - @davalho

Vas a un restaurante, pero la música es tan fuerte que ni disfrutas de la comida ni conversas tranquilamente. Estás estudiando para un examen, pero tu vecino decidió que su despecho es más importante. Vas al campo con tu pareja para escapar de la rutina, pero en la finca de al lado hacen una fiesta hasta el amanecer con serenata para toda la vereda. Estás cuidando a tu abuela enferma y la alcaldía empieza trabajos nocturnos con el martillo neumático. Esperas el domingo para dormir hasta tarde, pero los deportistas madrugaron y necesitan poner el parlante a toda para ejercitarse. En tu barrio hacen un concierto privado que terminan escuchando dos mil vecinos que no fueron invitados ni decidieron dedicar su noche a eso. El muchacho de tu cuadra optó por poner resonadores en su moto y ahora el vecindario está obligado a saber cuándo viene y se va. El almacén de la esquina usa micrófono y altoparlante pues aparentemente así venderá más calzoncillos. La discoteca que montaron en tu comuna no cumple con los requisitos de aislamiento acústico y, si vas a reclamar, te amenazan. Por fin sacaste unos días para ir a la playa a leer y descansar, pero un grupo pequeño con su bafle enorme tiene otros planes. De malas.

El paisaje sonoro de nuestras ciudades, playas y montañas está siendo colonizado por equipos, motores y aparatos estridentes; cada vez cuesta más escuchar los pájaros, las olas, los amigos o la voz de la conciencia. Estamos inmersos en una cultura del ruido que enferma, aísla y nos impide pensar. La contaminación acústica tiene efectos nocivos sobre la salud mental y física, la calidad del sueño y la concentración. Además, es una de las principales causas de riñas entre vecinos. En Medellín ya se habla de desplazados por el ruido. Lo sabemos, pero nos hemos resignado a vivir maluco.

¿Por qué somos así? ¿Por qué nos aturdimos? Nos falta empatía para recordar que no vivimos solos y que los demás tienen nuestros mismos derechos. Parece que carecemos de paz mental, que no conocemos el valor del silencio, de la quietud, de la contemplación. También carecemos de autoridad: hoy es casi imposible resolver conflictos asociados al ruido, pues los ciudadanos desconocen la ruta de atención para enfrentarse a un vecino ruidoso. Al final la única opción es llamar a la Policía, que no suele contar con el personal, el tiempo o la voluntad para encargarse de “esas bobadas”.

En el Congreso de la República radicamos un proyecto de ley que busca dotar a las autoridades de herramientas y planes para evaluar y enfrentar este fenómeno.

Hemos contado con la participación de autoridades municipales y ambientales que reciben numerosas quejas, pero se ven impotentes para resolverlas; también participaron la academia, organizaciones ambientales y el sector privado. Pero para que este proyecto avance necesitamos el apoyo de los parlamentarios y los ministerios responsables, de quienes esperamos su compromiso. Mientras tanto, debemos entender que la solución está en nosotros, que no debería ser necesario que un policía nos regañe, que no tenemos derecho a afectar el sueño, el descanso y la paz de los demás.

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