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La economía perezosa

Para agudizar la anemia empresarial en este primer año de mandato populista, de las 39 actividades industriales representadas en la encuesta del Dane, 31 muestran variaciones negativas.

06 de septiembre de 2023
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  • La economía perezosa

Por Alberto Velásquez Martínez - opinion@elcolombiano.com.co

Es un hecho que Colombia entró en el periodo de desaceleración económica. Lo confirma el cicatero 0.3% de crecimiento del PIB en el segundo trimestre del año, cuando en el mismo periodo del 2022 fue del 12%, diferencia abismal. Tal bajonazo – que sigue al pobre crecimiento del 1.7% en el primer semestre – lleva al ministro de Hacienda a suponer que “podíamos terminar el año con un crecimiento del PIB entre el 1.8% y el 2%”.

Solo dos de los 15 indicadores de la actividad que marcan el incremento real de la economía colombiana siguen en semáforo verde. Dos expectantes para arrancar en semáforo amarillo, y 13 detenidos con semáforo en rojo. Caen la industria, el comercio, las entidades financieras, las exportaciones, la producción de café, la construcción, todos motores del desarrollo y generadores de empleo real y sostenible. Además, para agudizar la anemia empresarial en este primer año de mandato populista, de las 39 actividades industriales representadas en la encuesta del Dane, 31 muestran variaciones negativas. ¡Panorama preocupante en medio de escándalos en la próspera familia presidencial!

En tanto cae la economía, las peleas nacionales continúan en un medio de pendencias sin pausas ni descansos. Cada día aparecen más confrontaciones que alejan cualquier acuerdo que por lo menos aminore la agresividad en las pugnas. El presidente del grupo Argos – empresa defenestrada por Petro en su penúltima salida en público – le pide compostura al locuaz mandatario y lo invita a “acercarse a la sociedad civil”, como respuesta a las sindicaciones injuriosas contra esa empresa al sindicarla de despojar de sus tierras a campesinos desplazados por la violencia. De forma irresponsable la llama “beneficiaria del fruto de la masacre y de la sangre”. Un lenguaje virulento impropio de un Jefe de Estado. Hace del tremendismo gramatical su arma predilecta para enlodar prestigios. En el contraataque halla el argumento distractor, sembrando cizaña como estimulante de la lucha social.

Refuerza los escándalos nacionales la reaparición en escena del coleccionista de procesos judiciales, Armando Benedetti, el hombre de los 15 mil millones de pesos, suma de la que aún no se explican ni su procedencia ni sus reales receptores. No sale de la Corte Suprema, la que ocupa de día y de noche dado el cúmulo de cargos que, editados, podrían superar la Enciclopedia Británica. Colombia, que antes disfrutaba desde palcos y galerías de los pugilatos, ya siente hastío con un país desarticulado, o como diría Carlos Lleras, descuadernado.

La nación está harta de pugnacidades, que si bien vienen como herencia desde la colonia y la formación de la República, empeoran a medida que corre el primer gobierno populista de la historia nacional.

Gustavo Petro ya no está en campaña, como equivocadamente parece suponer. Debe pasar de las promesas a los hechos. “Si la acción política es lírica, el gobierno es prosa”, decía alguien. Debe gobernar con más con eficiencia y menos con injurias. El país está con una economía recalentada y un orden público sin control. Como picapleitos no hace sino dinamitar su propia propuesta de lograr el Gran Acuerdo Nacional.

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