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La guerra del Golf

Arabia Saudí comenzó a invertir los ingentes recursos del reino en los más variopintos sectores. Apuntaron a todos los campos, también al del ocio, y así llegó el dinero saudí al golf.

15 de junio de 2023
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  • La guerra del Golf

Por Humberto Montero - hmontero@larazon.es

Desde los orígenes, el escocés Royal and Ancient Golf Club of Saint Andrews, fundado el 14 de mayo de 1754, y la USGA estadounidense han regido las normas y el orden del golf. En 1754, Arabia Saudí ni siquiera existía. La casa de los Saud apenas acababa de fundar el emirato de Diriyah, en torno a una ciudad de adobe a las afueras de la que hoy es Riad y en la que se pretendía centralizar el poder de los pueblos nómadas de la península arábiga. Desde la muy reciente apertura de Arabia Saudí al turismo se pueden visitar Diriyah, uno de los cinco tesoros saudíes inscritos en el patrimonio mundial de la Unesco, cuya belleza es especialmente intensa durante el atardecer.

En cualquier caso, cuando Ibn Saud selló su alianza con Al Wahhab, padre del rigor islámico wahabí aún imperante en el reino y comenzó a tratar de agrupar a las tribus, los británicos ya llevaban un tiempo repartiendo bolazos en los campos de golf de su vasto imperio.

Pero en estas llegó el siglo XXI y la fiebre contra las energías fósiles para tratar de detener el deshielo del Ártico, que permitiría a los rusos y chinos ganar ventaja competitiva mandando sus mercancías por el estrecho de Bering, lo que les ahorraría Malaca-Suez y un 30% del trayecto. ¿Cómo lo sabemos? Porque el 16 de agosto de 2017, un metanero de la rusa Sovcomflot, bautizado con el nombre “Christophe de Margerie” en honor a un ex presidente de la petrolera Total fallecido en Moscú, completó la ruta entre Corea del Sur y Noruega en 19 días por primera vez sin ayuda de rompehielos. Agarren ahora una bola del mundo y entenderán de un vistazo de qué cuernos van las tensiones chinas con Taiwán, con Filipinas y, crecientes, con Japón y Corea del Sur. Pero volvamos al golf.

Resulta que esa fiebre anti-petrolera, unida a las menguantes reservas de EE.UU. y las nulas de sus socios, a excepción de Canadá, dieron un vuelco al futuro energético global. Y Arabia Saudí comenzó a invertir los ingentes recursos del reino en los más variopintos sectores, al estilo de la exitosa transición realizada por otros países del golfo. Apuntaron a todos los campos, también al del ocio.

Y así llegó el dinero saudí al golf. Como no pudieron comprarse el PGA, montaron un circuito paralelo llamado Liv Golf, al que se apuntaron no pocos primeros espadas, algunos ganadores de “grandes”. Tras meses de batallas y de enfrentamientos, ambos circuitos - así como el europeo DP World Tour - anunciaron hace una semana su fusión en uno solo sin que se conozcan todos los detalles legales y económicos, para sorpresa de muchos golfistas del PGA y alegría de los que se marcharon al LIV saudí.

Parece claro que los saudíes ganan una batalla mordisqueando el PGA, lo que da idea del nuevo orden económico global. Europa y EE.UU. deben despertar del letargo y poner a su gente a trabajar o acabaremos todos en manos del dinero saudí y chino, donde rige la transparencia más absoluta. Nótese la ironía.

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