Por RAÚL E. TAMAYO GAVIRIA
El cuento del caimán de Barranquilla vuelve a repetirse en el golfo de Morrosquillo. Periódicamente se nos “vuela” un caimán de la caimanera, aprovechando las crecientes de los ríos por la ola invernal y cunde el pánico entre los vecinos de las zonas aledañas a los municipios del litoral del golfo y los turistas que frecuentemente visitamos la zona.
El caimán de Barranquilla, que, según el porro, “come queso y come pan y toma trago de ron”. Cuenta la tradición “corroncha” que salió del río Magdalena al muelle de la alegre y bullanguera capital del Atlántico y, caminando en las patas traseras y ayudado con su cola, se apoyó en el mostrador y pidió un trago al barman de la cantina. El mesero le sirvió el trago aterrado y puso la cuenta al lado.
Todos los presentes miraban aterrados:
—Oiga, joven, ¿qué es lo que miran estos señores?
—¡Pues que no habían visto nunca un caimán tomando ron!
—¡Y con estos precios suyos tampoco volverán a verlo!
Pues los que frecuentamos las playas del golfo de Morrosquillo tampoco quisiéramos volver a saber de un caimán nadando fuera de la caimanera y rondando cerca de las playas de Tolú, Coveñas y sus vecindades.
Sabemos que estos reptiles son de agua dulce y la sal del mar les hace daño, especialmente para los ojos, y no sobreviven largo tiempo en este ambiente, pero sí ahuyentan a los turistas y a los habitantes de la región, que viven de la pesca y las ventas a los veraneantes.
Los habitantes y los empresarios de turismo son muy cuidadosos y se esmeran en proteger a los usuarios de playas, compradores y bañistas. La Capitanía del Puerto envía señales de alarma y anuncia la cacería del caimán fugado, pero el pánico es un enemigo de ese paraíso que vivimos muchos paisas varias veces al año.
Es curioso que los criadores de estas especies, que, entiendo, han sido muy beneficiados de un negocio eficiente y productivo, no hayan podido dar una seguridad a los vecinos y que los animalistas, tan cuidadosos en todo el país de perros, gatos y pájaros, no prodiguen también sus cuidados y protección a estos parientes de las iguanas y lagartos.
La naturaleza es una bendición que Dios creó para nosotros, desde el paraíso terrenal. Pero estamos bregando a acabar con ella, nuestra madre, desde el principio.
Todos los días, los ambientalistas y los científicos nos están advirtiendo de que somos los mismos humanos los principales depredadores de la Naturaleza. Admiramos los atardeceres, disfrutamos del mar y los ríos. Viajamos por montañas y valles, pero soltamos los caimanes y cocodrilos.
Ñapa: Ya supimos, por los atracos de película en Medellín, la clase de armamento que tienen los bandidos y conocimos su demostración de fuerza. Mientras nosotros, los ciudadanos de bien, los finqueros, los campesinos, estamos desarmados por el mismo gobierno que nos quitó los salvoconductos para darle gusto a los bandidos guerrilleros. ¿Ese es el precio de la paz, que se firmó en Cuba?