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Propondría al ChatGPT como el personaje de 2023, que está adueñándose de la inteligencia de los hombres con su inducción al facilismo, la comodidad y la pereza creativa y discursiva.
Por Juan José García Posada - juanjogp@une.net.co
Todo el mundo vive la tragedia de perder el año en educación, como lo dictamina el patético informe sobre las pruebas Pisa. El mal de muchos y consuelo de tontos está en que hasta en los países más avanzados bajó el nivel educativo en todas las áreas. A la pandemia se le atribuye en gran parte el colapso, aunque el problema viene de atrás. El fracaso más grave está en las competencias lingüísticas y la comprensión lectora. Nuestra humanidad se degrada a velocidad de vértigo. Propondría al ChatGPT como el personaje de 2023, que está adueñándose de la inteligencia de los hombres con su inducción al facilismo, la comodidad, la pereza creativa y discursiva y todas sus descrestadoras tentaciones a resolver cualquier consulta mediante el asombroso auxiliar automático. Escribir ya no es privilegio del hombre.
El envilecimiento del idioma, la invalidez del habla son inseparables de esas pérdidas alarmantes. Un solo ejemplo de estos días: Que una cantante celebérrima le ponga un título procaz y antiestético a su canción más reciente y se lo celebren, es síntoma de tal decadencia, que comporta esterilidad valorativa. Leer, hablar y escribir bien debería seguir siendo un factor de dignidad personal, de autoestima. Pero va imponiéndose la contracultura de la vulgaridad y la pobreza expresiva, que influye, por supuesto, en la pérdida general del año subrayada por el índice Pisa. Falla en Medellín y sus alrededores planetarios la calidad léxica y gramatical, que arrastra una larga cola de incompetencias.
Es oportunísimo el extenso documento que publicó la Real Academia de la Lengua y que invito a leer en su portal de internet. Se titula La enseñanza de la lengua y la literatura en España, con especial atención al uso, el conocimiento y el aprendizaje del español. Es válido para todo el orbe hispanoparlante. Declara, a propósito: “Son apreciables, asimismo, las deficiencias observadas entre los alumnos en la redacción de textos, un déficit que se detecta también en la expresión oral. Muchos estudiantes muestran una considerable pobreza léxica, que se extiende de la ESO al Bachillerato y que no mejora sustancialmente en la universidad”.
Dice también la RAE: “Los textos que los estudiantes redactan no solo muestran considerables fallos de sintaxis y de morfología (además de errores ortográficos de peso), sino también una notable penuria expresiva. Las grandes lagunas en el conocimiento del léxico que los alumnos suelen poner de manifiesto no afectan solo a su reconocimiento, sino también a su uso, a su interpretación, a la percepción de sus matices y a su adecuación contextual o discursiva. Una gran parte de los estudiantes no maneja con fluidez los sinónimos, ni tampoco las llamadas colocaciones o coapariciones (es decir, las restricciones del uso de las palabras en función de su contexto inmediato). Tampoco son capaces de redactar textos expresando de manera articulada las ideas que desean exponer”.
Ese debería ser el núcleo de las discusiones actuales sobre el cambio educativo. A ver si no seguimos perdiendo año tras año.