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Seamos claros: quienes decidan prenderle fuego a un ambiente natural, no pueden ser tratados bajo el eufemismo de ‘irresponsables’, como si esta acción fuese una equivocación cotidiana.
Por Juan Carlos Ramírez - opinion@elcolombiano.com.co
Ante la indiferencia de muchas personas a la hora de proteger los ecosistemas en medio de la crisis que vive el país, como consecuencia del Fenómeno del Niño, vale la pena recordar el significado de naturaleza que aparece en el texto Casa de las estrellas, del profesor y poeta antioqueño Javier Naranjo: “Yo no he ido por allá”.
Duele ver los páramos y montañas quemados, junto con ellos, la biodiversidad que se extingue bajo la inclemente llamarada, como es el caso de los frailejones y animales silvestres que no tuvieron alternativa porque algunos ecocidas decidieron por ellos. Seamos claros: quienes decidan prenderle fuego a un ambiente natural, no pueden ser tratados bajo el eufemismo de “irresponsables”, como si esta acción fuese una equivocación cotidiana; deberán responder por el delito cometido ante las instancias legales como lo demanda el artículo 350 del Código Penal colombiano, el cual establece pena de prisión de 32 a 180 meses y multa de 133 a 750 salarios mínimos legales mensuales vigentes.
La indignación ante este tipo de situaciones parece tener una caducidad prematura, dicho de otra manera, nos duele ver las imágenes de la naturaleza muerta durante el noticiero, luego se olvida que un frailejón se tarda hasta un año para crecer un solo centímetro, y que en páramos como el de Berlín en Santander, se calcula que hay ejemplares que pueden alcanzar los 300 o 400 años de vida. Ante el despropósito, perdimos la sorpresa de ver volar el ave, escuchar bajar el río y respirar sin temor por la mala calidad del aire. No creemos inminente que la tragedia que agobia al país nos toque, pese a que durante enero ya van 198 incendios forestales atendidos, con más de 120 hectáreas afectadas, principalmente en Medellín, Bello, El Peñol, Amagá y El Carmen de Viboral, según lo reporta el Dagran.
A la par de los incendios, las temperaturas siguen aumentando, alcanzando cifras récord que agudizan síntomas médicos no solo en humanos, sino en animales, en especial los que se encuentran en condición de abandono. Hay que reconocer que ellos también son víctimas de la crisis ambiental, por este motivo, es necesario acondicionar espacios en la ciudad para su hidratación y protección.
Damos por hecho que es responsabilidad única del Estado salvaguardar las especies, montañas y ríos del departamento y garantizar los servicios públicos de agua y electricidad sin ninguna afectación por las crisis. Apelamos al pago de los servicios públicos y al mérito que esto nos da para no preocuparnos por factores de racionamiento de los recursos hídricos, así como la debida asistencia a la fauna y flora. No obstante, todos somos corresponsables en la protección de la biodiversidad en los territorios que habitamos.
En momentos de crisis ambiental, como los que vive el país, debemos como ciudadanía entender que los recursos naturales son bienes colectivos finitos, a la par de poner en práctica al menos tres acciones que ayudarán a disminuir los efectos adversos en los territorios. En primer lugar, utilizar de forma consciente el recurso hídrico, no malgastando agua en actividades que dan espera. En segundo lugar, coordinando con vecinos y familiares acciones que disminuyan el riesgo de incendios como limpieza de zonas verdes y la abstención a la hora de hacer fogatas. En tercer lugar, es necesario denunciar los incendios provocados que amenacen los ecosistemas por medio del número de emergencia 123 o avisando a las autoridades más cercanas.
Mientras veo el humo que sale del cerro Quitasol, escucho a dos estudiantes que se preguntan qué pasará después del incendio. Entonces recuerdo al poeta Chileno Nicanor Parra y su agudeza frente a la catástrofe ecológica, “Buenas noticias: la tierra se recupera en un millón de años, somos nosotros los que desaparecemos”.