Tan pronto se abrieron las puertas del avión en Des Moines, Iowa, se coló un horrible viento gélido. Vi la temperatura en mi teléfono y decía cero grados Fahrenheit (o menos 17 grados centígrados). Nunca había estado en un lugar tan frío. Mi cuerpo, nacido en México y templado en Miami, se quedó casi inmóvil. De nada sirvió la chaqueta sobre el suéter y la camiseta.
Sí, hacer campaña por la presidencia en el invierno de Iowa es brutal. Los candidatos duermen muy pocas horas, se la pasan saludando a desconocidos, comen mal, dan tantos discursos y entrevistas que a veces olvidan quién es su público y, todo, bajo un frío paralizante. Si ser candidato es el peor oficio en Iowa en estos días, el segundo peor debe ser el de los periodistas que tienen...