Para olvidados de la historia, los poetas. Y más en Antioquia, quizás la región de Colombia con más poetas por kilómetro cuadrado. A mucho honor, por supuesto, porque la poesía (escrita, leída, recitada, musitada y hasta denostada, pretermitida y olvidada) nos salva del naufragio. La poesía de los poetas vivos y también, por supuesto, la de los poetas muertos, como éste de quien quiero hacer memoria en esta columna.
El 4 de junio de 1884 nació, en Angostura, Francisco Jaramillo Medina. Me temo que con excepción de los conocedores de la literatura antioqueña, muy pocos hayan oído mencionar su nombre. Hijo de Cipriano y Dolores y hermano de Teresita, nadie menos que la primera y única novia de Porfirio Barba Jacob, a la que el bardo andariego quiso hasta el final de su desastrada vida. Y fue Jaramillo Molina, por supuesto, gran amigo de nuestro querido poeta maldito, que en esa época de mocedad todavía se llamaba Miguel Ángel Osorio.
Francisco Jaramillo había visto la luz en el pueblo donde unos 40 años atrás, en 1845, nació el beato padre Marianito, lo que no deja de añadirle cierto encanto a esta reminiscencia del escritor antioqueño. Cuando el poeta Jaramillo Medina nació, en 1884, el padre Marianito llevaba ya dos años como párroco de Angostura y tal vez él lo bautizó. Y al morir el beatificado sacerdote, en 1926, el poeta ya había fallecido siete años an tes, el 15 de febrero de 1919 en Yarumal.
Nuestro olvidado poeta, que había dejado su tierra natal para irse a Bogotá a buscar futuro, en 1909 fue director del periódico Águila Negra, colaborando además en varias revistas como Alpha, Arte, Progreso, La Semana y el Espectador. En 1912, en Medellín, tomó parte en los Juegos Florales de Poesía, en los que obtuvo el primer premio con el poema “Progreso”, que lo dio a conocer en el mundo literario del país. En Yarumal, siete años después, a los 35, el 15 de febrero de 1919 murió en plena juventud este meritorio poeta antiqueño que ya casi nadie lee y que me da la impresión de que lo hemos depositado, con sus versos y todo, en la fosa común del olvido.
Como homenaje a su poesía, permítaseme transcribir algunos versos de “Progreso” su largo poema ya mencionado.
“La civilización es luz terrible,/ Pecho sin corazón, potencia llena/ De una severidad que nada abate;/ La civilización es la serena/ Máquina que fusila en el combate./ Progresar es violar. El indio, el monte,/ La cascada ululante, el bosque puro,/ La azul diafanidad del horizonte,/ La Fauna, el océano...todo eso/ En pro del vellocino del futuro,/ Sufre las violaciones del Progreso”