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Por Luis Guillermo Vélez Álvarez - opinion@elcolombiano.com.co
Actuar conforme al bien común o al bien colectivo se supone que es la obligación de los gobiernos. Desde los griegos, entender en qué consiste ese bien común ha sido el problema central de la filosofía la política. Platón pretendió que era discernible por la razón y por ello encomendó el gobierno de la Polis a los sabios que podían identificarlo. Aristóteles también creyó en su existencia, pero supuso que podía ser percibido por cualquiera y que su realización era posible bajo distintas formas de gobierno.
La economía ha tratado este problema en el marco de la teoría de la elección colectiva. Es bien conocido el Teorema de Arrow de acuerdo con el cual no es posible construir una preferencia colectiva a partir de las preferencias individuales sin que alguno de los individuos que integran el conjunto social se convierta en dictador.
En su obra “De la soberanía: en busca del bien público”, Bertrand de Jouvenel (1903-1987) desarrolló de manera independiente lo que me he atrevido a denominar el “Teorema de Jouvenel sobre el bien común” en el que sin ningún aparato formal llega a un resultado análogo al de Arrow. La exposición se encuentra en el capítulo dos de la segunda parte del libro mencionado. La presentación que sigue resume el argumento a partir de un conjunto de proposiciones extraídas del texto en cuestión.
El bien del conjunto social se forma a partir del bien propio o particular de los individuos que lo conforman. Este es un postulado cuya negación suprime el problema pues equivale a suponer que un individuo o grupo de individuos definen el bien común. Es el postulado de no dictadura.
El bien propio de los individuos no es la adquisición de la virtud o la salvación de su alma. Estamos hablando de una sociedad civil no de una comunidad religiosa o de una comunidad civil con fines trascendentes o metafísicos.
El bien propio se asocia a la adquisición de cosas limitadas en cantidad como las riquezas o los honores. Si la riqueza o los honores fueran ilimitados no habría necesidad de elegir ni conflicto entre los individuos.
El bien propio de los individuos es el percibido por cada uno de ellos y no como es concebido por los gobernantes por sabios que estos puedan ser. Este es equivalente al postulado de racionalidad individual y es la base de la sociedad liberal.
El bien común será percibido de forma diferente por cada individuo según lo que le dicte la percepción de su bien propio. Es la consecuencia del postulado anterior.
Si no es posible medir las percepciones –la utilidad– ni ponderar las satisfacciones de los individuos, la autoridad se verá imposibilitada para establecer el bien común a partir del bien propio de los individuos. Aún si se supone la existencia de alguna medida de la utilidad o de la intensidad de las preferencias se obtendrían múltiples medidas del bien común dependiendo de las ponderaciones asignadas a cada individuo.