Comenzamos nuestra visita a Madeira en Funchal, capital de la mayor de las islas del archipiélago que lleva su nombre.
No estábamos preparados para la belleza de esta isla volcánica, formada por imponentes montañas, con picos cercanos a los 2 mil metros, profundos cañones y verticales acantilados, ni para el espectáculo que presenta la ciudad construida en pendientes laderas, pobladas por casas de techos rojizos, que dan la apariencia de un pesebre.
Recorrimos empinadas y estrechas carreteras para llegar a algunos de los picos más altos de la isla: Pico Ruivo, Pico do Arieiro, Curral das Feiras. Todos de singular belleza; igual, los pequeños pueblos localizados en la profundidad de sus cañones, a muchos de los cuales solo se llega por senderos...