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La semana pasada tuve la oportunidad de tomar un curso corto en inteligencia artificial en la Universidad EAFIT, estaba muy emocionada porque siempre he confiado en que alimentar la curiosidad te despierta y alimenta la esencia del ser humano. Fue un curso muy valioso, en donde lo más importante fue haber contado con un profesor experto en temas de tecnología e IA, pero sobre todo un profesor que nos brindó una mirada crítica desde la antropología, el comportamiento humano y la ética, para discutir sobre la humanidad que queremos ser, con o a pesar de la IA.
Aprendimos sobre herramientas: trascender el uso básico del ChatGPT para encontrar otras herramientas, crear agentes, entender sobre los modelos que existen. También nos permitió, con la ayuda del pensamiento crítico, hacer una gran reflexión sobre la geopolítica de las nuevas tecnologías, el desarrollo de los países en función de estos avances, las necesidades de cambio en los modelos educativos, entre otros temas.
Las lecciones más valiosas de la clase fueron las que nos permitieron hacernos preguntas sobre cómo nos comportamos las personas, y la manera como podemos incidir en nuestras decisiones del día a día para preservar los talentos que queremos hacer florecer. Discutimos sobre nuestros propios dilemas éticos, salir de la euforia del uso de herramientas que aumentan la productividad y reconocer que también debemos preguntarnos por nuestro bienestar en un mundo hiperconectado. Fue una clase de IA en donde no pudimos usar el celular. Solo sacamos el computador para algunos ejercicios específicos. Priorizamos el estudio de nuestro comportamiento humano, nuestra conexión y nuestro futuro.
Recordamos que, como en todo, el pensamiento crítico es esencial para nuestro desarrollo. Me marcó un consejo que nos brindó: no le cedan a la inteligencia artificial las habilidades que no quieren perder como seres humanos. Johnatan Haidt lo plantea muy bien cuando dice que no podemos cederles la autonomía humana a las máquinas y en este dilema invita a que diseñemos los espacios libres de IA (incluso de dispositivos y pantallas) para que no se materialice el peligro de que la “IA piense demasiado y nosotros los seres humanos pensemos cada vez menos” desde sus reflexiones en el libro La Generación Ansiosa.
Es bueno reconocer que todos tenemos un poquito de miedo sobre estos desarrollos que nos abruman y nos desconciertan, pero que valioso sería ver que el futuro con la IA nos lleve a explorar aquello que nos hace más humanos, a disfrutar de lo que más nos gusta, a no parar de reflexionar y a recordar que también necesitamos estar desconectados. El Profesor Pedro nos anima a que: no perdamos la curiosidad, no paremos de leer, nos movamos y sigamos escribiendo a mano. Mariano Sigman invita a que reconozcamos que la educación del futuro no será para competir con las máquinas, sino para diferenciarnos de ellas. Lo cual nos anima a una reflexión: ¿Cuál es la educación que debemos promover para que evolucionemos como personas con la IA, pero sobre todo personas con mucho criterio?
