Mientras los conservadores ganan en Reino Unido –arrolladora victoria fundamentada en la existencia de un partido con solidez ideológica, organización electoral coherente y manejo exitoso de la economía– en América Latina van en abierto retroceso, propiciando que ese vacío lo llenen las colectividades populistas, aventureras e ideológicamente inconsistentes.
En tanto el Reino Unido garantiza la continuidad de gobiernos serios y responsables y en España cae en las encuestas Podemos, partido de clara influencia chavista, en América Latina persisten los presidentes populistas, alentados por el capataz venezolano. Se estacionan en zonas prohibidas para impedir el libre acceso a los programas que redimen y sacan de su atonía social y económica a sus pueblos. Ahorcan la democracia política y la economía de mercado. Es una especie de maldición del subdesarrollo mental y de cultura política para condenar a otros “cien años de soledad” la estirpe latinoamericana.
En Colombia particularmente, el ejemplo del Reino Unido no encuentra eco. Hay un partido sordo y miope con 160 años de historia a cuestas, hoy perdido en la espesura de los cicateros halagos gobiernistas. Un partido desganado, sin propuestas seductoras para convencer y retener adherentes. Sin apetito alguno de convertirse en alternativa real de poder, llena su panza –como aquel basilisco mitológico– con los pocos réditos que le brinda un cuatrienio derrochón que solo les da a los congresistas azules una pequeña porción de lo que va quedando de la raspada olla del fisco nacional. Fisco que ya presenta grietas considerables como aquella de calcular en 20 billones de pesos el déficit fiscal para el 2016, si creemos en los cálculos del exministro santista, Juan Camilo Restrepo.
La comprobada prosperidad económica que ha vivido el Reino Unido bajo el mandato de los conservadores –crecimiento del PIB como el más alto del G-7, inflación, desempleo y déficit público reducido, bases para un desarrollo sostenido y prolongado– ha sido la tesis esencial y el talante de los partidos de centro/derecha. Su práctica hace posible la redistribución del ingreso y la reducción de las inequidades sociales. Por eso se le extendió a Cameron un nuevo mandato como reconocimiento a la sindéresis y a la responsabilidad asumida con el elector y con su nación.
El conservatismo colombiano está lejos de recibir un mandato similar porque hoy es un partido disminuido, opacado, con unas masas desencantadas que miran estupefactas la carrera de su dirigencia congresional para que se le tenga en cuenta en la distribución del poder a cuentagotas. Es un partido que ve con cierta indiferencia la forma como se deshonran las instituciones del Estado, en un Congreso sin oxígeno, en una justicia rengueando, en un presidente con imagen deteriorada por sus obstinadas contradicciones e improvisaciones.
Hoy el consuelo del conservatismo colombiano es mirar con nostalgia y lejanía el triunfo de su homólogo en el Reino Unido. Con la plena seguridad de que como están las cosas, este será un acontecimiento utópico e inalcanzable en el territorio azul colombiano.