Por VALERIA LUISELLI
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En el cuarto de mi hija hay un baúl lleno de juguetes. Es un baúl grande, forrado en cuero negro, las esquinas rematadas con chapas de cobre. Heredamos ese baúl de una amiga, Laura Gandolfi, que estudió el doctorado en Princeton, donde fue ayudante del escritor Ricardo Piglia. Cuando Piglia se retiró de su cargo como profesor de Literatura, al final del 2010, le dejó a esta amiga un montón de cosas: el baúl negro, un sillón “verde-cortázar”, una lámpara para escritorio, una botella medio vacía de Jack Daniels, una colección de películas noir de los años cincuenta, y una parte de su biblioteca. Unos años más tarde, nuestra amiga se tuvo que trasladar a Chicago, y el baúl no le cupo en la camioneta...