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Miami me lo confirmó

Miami no sólo es la sexta ciudad más grande de Estados Unidos, sino que se ha convertido de facto en la capital de Latinoamérica.

hace 2 horas
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  • Miami me lo confirmó

Por Mateo Castaño Sierra - @matecastano

Perder duele. Duele tanto que a veces trauma. A Brasil, su derrota contra Uruguay en el famoso Maracanazo de 1950 la dejó tan golpeada en su ego nacional que el escritor Nelson Rodrigues tuvo que inventar una explicación: el complexo de vira-lata, o complejo del perro chandoso diríamos en español. Brasil, decía, había perdido porque se sentía inferior, mestizo, sin pedigrí. Pesimista el tipo, pero su diagnóstico marcó a Brasil por décadas. Y lo peor es que ese complejo no es exclusivo: se cuela, con acento propio, por toda América Latina. Colombia incluida. ¿Será que sí somos perros callejeros?

Yo creo que no. Si el problema de América Latina fuera su gente, los emigrantes latinos fracasarían en todas partes. Pero pasa lo contrario: donde llegamos, prosperamos. Con menos, logramos más. Por ejemplo, en Estados Unidos, los latinos de 13 nacionalidades —argentinos, bolivianos, colombianos, venezolanos, brasileños, entre otros— tienen ingresos iguales o mayores que el estadounidense promedio. Y seis de esos grupos ganan más que los blancos, el grupo étnico más rico del país. Llegamos sin contactos, con inglés imperfecto, y aun así nos va mejor. Somos criollos, sí, pero no chandosos.

Los datos se repiten en todas partes. Los latinos en EE. UU. trabajan más horas y tienen una tasa de participación laboral 11 % superior a la de los gringos —blancos incluidos—. También somos más emprendedores: la probabilidad de que un latino monte un negocio es el doble que la del estadounidense promedio. Y no es solo en el norte. En España, los latinos —sin distinción de nacionalidad— participan más en el mercado laboral que los propios españoles y mucho más que inmigrantes árabes o asiáticos. En Madrid y alrededores ya somos más de un millón de latinoamericanos; y allá, como sabemos, no se sobrevive sin trabajar.

Pero tal vez el mejor ejemplo esté en Miami. Una ciudad donde siete de cada diez habitantes tienen raíces latinoamericanas y que, lejos de ser un gueto, es hoy una de las áreas metropolitanas más prósperas de Estados Unidos y top 3 entre las de más rápido crecimiento. Miami no sólo es la sexta ciudad más grande de Estados Unidos, sino que se ha convertido de facto en la capital de Latinoamérica, con una economía urbana que supera a la de países enteros como Colombia o Argentina. ¿Quién dijo complejo de perro callejero?

El problema, entonces, no somos nosotros. Es el sistema. No son los cubanos: es la diferencia entre vivir atrapado en una isla sin libertad o ejercer libremente como médico en un país que favorece al mérito. No son los argentinos: es la diferencia entre sobrellevar una hiperinflación crónica o vivir en una economía estable. No son los colombianos: es la diferencia entre vivir con miedo y sin seguridad o en un país donde se cumple la ley. El talento, las ganas y la capacidad de progresar ya los llevamos los latinos con nosotros. El asunto en definitiva es que elijamos sistemas que premien el esfuerzo y no la mediocridad. Al menos a mí Miami me lo confirmó.

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