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Nosotros, los sobrevivientes

Los periódicos no son solo la garantía de supervivencia de la democracia, de la civilidad, sino también, en el fuero íntimo del lector, de que uno sigue vivo.

27 de mayo de 2023
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  • Nosotros, los sobrevivientes

Por Ernesto Ochoa Moreno - ochoaernesto18@gmail.com

Alguna vez hablaba de la muerte con mi tío, el padre Nicanor Ochoa y él, con sus filosofías dulces y susurrantes, que buscan más dar consuelo que fijar posiciones ideológicas o mentales, me dijo, al expresarle mi extrañeza por su interés siendo ya tan viejo, en madrugar a leer los periódicos: “Leer periódicos es un acto de supervivencia. Enterarnos de lo que ocurrió ayer es una comprobación, una garantía, de que hoy estamos vivos”.

Me pareció una curiosa teoría. Los periódicos no son solo la garantía de supervivencia de la democracia, de la civilidad, sino también, en el fuero íntimo del lector, de que uno sigue vivo. Las mismas noticias de violencia, de muerte, que golpean el alma y apabullan, de pronto encubren un hecho que no nos atrevemos a aceptar: uno no es un sobreviviente sino un muerto más, aunque siga vivo.

Y observaba, con su voz languidescente de cura casi moribundo: “Te digo más, sobrino inquieto. Toda muerte es un signo de supervivencia para los que quedamos. Dice el diccionario: “Sobrevivir: vivir uno después de la muerte de otro o después de un determinado suceso”.

Y me hizo una confesión: “Nosotros, los curas, a los que nos toca asistir tantas agonías y muertes, sabemos de eso. Sentir en la mano el apretón último del que se va, tranquilo o aterrado; ese contacto de la yema de los dedos con los párpados vencidos tras la última imposible mirada; ese perturbador primer aroma del cadáver sobre el que vuela la mariposa sagrada de la última bendición, son un canto silencioso a la eternidad que recibe al difunto y a la supervivencia en que seguimos naufragando los que quedamos”.

Y es que, bien vistas las cosas, la tristeza de los que asistimos a una agonía, la tristeza de los que quedamos, es un primer síntoma de supervivencia. La tristeza por un ser querido que muere, por cualquier ser humano que termina la existencia, es redentora. Redime, en nuestro dolor, a quien despedimos y, al hacernos conscientes de que seguimos vivos, redime, en nosotros, apegos y miedos para cuando nos llegue el trance del morir.

Pienso: sobrevivir es una puerta que se le abre a la esperanza. Sobrevivir no es un borrón y cuenta nueva. Este se murió, pero yo sigo vivo. El muerto al hoyo y el vivo al poyo. No. La supervivencia es la prolongación, en mi vida, del que murió. Y es, la anticipación, en su muerte, de mi propia muerte.

Las últimas palabras del padre Nicanor fueron inaudibles. Su conversación se había ido apagando en un susurro en que parecía que hablara hacia adentro, para sí mismo. A la vuelta de un largo silencio me dijo:

-Démonos un abrazo de sobrevivientes. Lo hacen todos los náufragos cuando tocan tierra. Y vete. Tú sigue luchando con la vida. Yo seguiré luchando con la muerte. Son, ambas, idénticas formas de vivir. De sobrevivir.

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