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Solemnemente bautizado

En esa época los matrimonios se realizaban en la fría madrugada. Los contrayentes se casaban de negro. Mis padres se casaron con otras ocho parejas.

hace 8 horas
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  • Solemnemente bautizado

Por Óscar Domínguez Giraldo - oscardominguezg@outlook.com

No es por contar plata delante de los pobres pero mi último tour, con todo incluido, lo hice a los 5º56 32, latitud norte, y 75º 31 21, latitud oeste. Allí queda Montebello, mi pueblo natal.

Ochenta años y monedas tardé en conocer el bautisterio donde el presbítero Francisco Tobón “bautizó solemnemente” a un bello niño a quien puso el nombre de Óscar Augusto. Escépticos revisar el Libro XIV, Folio 197, Número 588. El bautisterio es el mismo de octubre del año 45, me explicó la señora que limpia el polvo de los cachetes a los santos de palo que se aburren en su eternidad sin tiempo. Una gitana vaticinó que el cagueticas se ganaría la vida como cargaladrillos pero que en futuras encarnaciones será carpintero o jardinero, ambos oficios muy zen, antípodas del periodismo.

En esa época los matrimonios se realizaban en la fría madrugada. Los contrayentes se casaban de negro. Mis padres se casaron con otras ocho parejas. La luna de miel se consumaba en casa de los suegros. Por lo menos en el caso de mis taitas. Otro insólito dato reciente lo leí en primera página en el periódico “Neblinas de mi pueblo”: 33 años después de noviazgo se casaron Willtherman Cuervo y Ligia Patricia Escobar. La boda se pospuso porque ambos se dedicaron a cuidar a sus padres. Entre los dos mimarán a doña Ligia Saldarriaga, madre de la novia, única sobreviviente.

Antes de Montebello, hice una escala en esa acuarela llamada Versalles en donde si no le gusta un arrebol se lo cambian por otro. En la huerta de nuestra casa de Versalles desperté a la vida. Lo primero que vi fue un espantapájaros que cuidaba los frutos de mi tierra. Le conté esa historia al pintor envigadeño Iván Calle. Me pidió que le enviara foto de la casa donde vivíamos. Así lo hice y al tiempo pintó el óleo que me acompaña en mi pequeño estudio junto con un espantapájaros de paja. Nos damos el besito de los buenos días y las buenas noches.

En Montebello anduve de la ceca a la meca. Lenguas triperinas lo encuentra feo, faldudo y frío, como el Santo Domingo de Carrasquilla. Falso positivo. La neblina montebellense, otra atracción turística que hace parte del paisaje, nos acompañó un rato. Vivimos un rato entre la neblina.

En mi fugaz periplo, hablé con integrantes de la “Asociación Agroindustrial Mujeres Emprendedoras de Montebello” que me tentaron con cafés de la región: Tazamont, Los Naranjos, Cabañuelas, Mil sentidos, Montebravo o Montebello; mi amigo Edgar Cañaveral, tendero estrella, y sus gatos Chispitas y Pequitas, me invitaron a almorzar lasaña en “Aromas y Sabores”. Edgar no me acompañó porque su mami, de 92 años, no le permite que le deje el almuerzo servido. De Montebello salí cero kilómetros para los siguientes ochenta años.

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