“Yo confío en mi hijo”, afirman muchos padres para justificar los privilegios que les dan a sus hijos adolescentes motivados por su impotencia para oponerse a ellos “porque todo el mundo lo hace”. Así, hoy muchos jóvenes manejan un auto hasta altas horas de la noche, toman todo el trago que les ofrezcan, deambulan solos por discotecas y bares hasta la madrugada y van a “piyamadas” (fiestas en pijama) con compañeros de ambos sexos y sin adultos que los supervisen... porque sus hijos se lo prohíben.
¿Será que no nos damos cuenta que estamos confiando en unos menores de edad cuyas nuevas habilidades cognitivas les hacen sentirse todopoderosos e inmortales y por lo tanto optan por correr serios peligros? ¿Podemos fiarnos de jóvenes que están más...