No sin razón en Colombia vivimos pendientes de las calamidades que ocasionan los grupos armados ilegales, calamidades que en el último año se reducen a los actos del Eln y de las bandas criminales. Vivimos en la inercia de la sangre y reducimos ilegalidad a crimen violento y poder a uso de las armas. Por esta vía, distorsionamos la percepción exagerando los daños de unos e ignorando los de otros.
Hace cinco años, a propósito de los hechos de La Gabriela que dejaron 80 muertos y 222 damnificados, describí (perdón por la cita) “el proceso que permite que estas tragedias ocurran. Someramente: el Estado hace una vía (la mal llamada Autopista Medellín-Bogotá); particulares con agallas detectan los predios aledaños y toman posesión de ellos (los finos...