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Aldo Civico
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Por qué Medellín cojea

Por Aldo Civico - aldo@aldocivico.com

Esta semana tuve el honor de visitar a Alicia Mejía y de escucharla mientras me contaba con todo lujo de detalles la génesis de Inexmoda y de Colombiamoda, en particular. Con el apoyo de un grupo de empresarios visionarios, Mejía logró poner a Medellín en el mapa de la moda mundial, a pesar de que la ciudad estaba cruzando una de las crisis más oscuras de su historia, cuando era conocida como la ciudad más violenta del mundo; eran los albores de la década de los noventa. Hoy Alicia Mejía atribuye el éxito internacional de Colombiamoda de aquellos años a una sinergia extraordinaria que se formó entre empresarios, el gobierno local y el nacional.

Pero ¿qué permitió el emerger de tanta unidad, motivación y entusiasmo alrededor de Colombiamoda? Escuchando a Alicia Mejía, me convencí de que el secreto fue, principalmente, la gran visión que ella tuvo y sostuvo durante casi veinte años. Al final de la primera exposición, en junio de 1989, cuando solo existía el pabellón amarillo, Alicia Mejía sentada en el piso anunció a su equipo, que en aquel tiempo no superaba las diez personas: “¡Esta va a ser la feria más importante de Latinoamérica!”. Fue soñar lo imposible, una habilidad que Alicia, seguramente, heredó de su abuelo Gonzalo Mejía, lo que unió al entusiasmo, la generosidad y la sinergia de un extraordinario grupo de líderes. Aquellos fueron los años dorados de Colombiamoda, y también los años cuando otra gran mujer, María Emma Mejía, prima hermana de Alicia, lideraba la Consejería Presidencial para Medellín en las comunas más marcadas por la violencia. Uno tiene la impresión de que Medellín en aquella época respiraba all’unisono gracias a un propósito superior que alimentaba aquella unidad.

Regresando a la casa, después de mi conversación con Alicia Mejía, no pude dejar de constatar que hoy hace falta una meta narrativa, un sueño imposible actualizado, que vuelva a despertar al compromiso, al entusiasmo, a la generosidad que son necesarios para la transformación de la ciudad. Hoy no parece que existan líderes capaces de inspirar a la ciudadanía con una visión profética, de trazar la ruta para trascender la crisis, de unir a distintos mundos alrededor de un propósito superior. En realidad, a la ciudad no le hacen falta líderes capaces, pero, lamentablemente, hoy parece que prevalece el cálculo, la prudencia excesiva, la preocupación por uno mismo, las ambiciones egoístas, la resignación. Hoy le hace falta a Medellín reconocerse en un gran propósito compartido. Finalmente, es esta condición lo que ha permitido la inserción en el tejido de la ciudad de liderazgos tramposos y dañinos, como el del alcalde suspendido Daniel Quintero. Pero soy optimista, porque de las crisis siempre algo bueno y mejor emerge. Estoy seguro de que en este momento en algún barrio de Medellín se están gestando líderes, aún desconocidos, que no son los nombres de siempre, que un día, muy pronto, nos despertarán con un sueño que juntos volveremos realidad 

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