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Por Rubén Darío Barrientos G. opinion@elcolombiano.com.co
La noticia es veraz: al menos 69 aspirantes colombianos buscan firmas para avalar su candidatura presidencial. Así lo reveló esta semana la Registraduría Nacional del Estado Civil. Y si bien hay nombres afamados, como los de Mauricio Cárdenas, Mauricio Lizcano, Luis Gilberto Murillo, Vicky Dávila, Claudia López, Abelardo de la Espriella, Aníbal Gaviria, David Luna, Juan Daniel Oviedo y Daniel Palacios, entre otros, también rebolean la bandera los ignotos. Y esa lista la encabeza Essau Jackson Peña, del movimiento Colombia Despierta. Sin embargo, en esa aparición fantasmagórica de los inéditos, hay otros anónimos como Estefanía Arenilla, de Rosas Unidas y Diego Felipe Urrea, de Educracia-Robot Presidente, en lista de espera.
Voy a referirme, entonces, a los incógnitos e inexplorados. A los que, en vez de ser candidatos, exhiben el letrero en la frente de candidotes. A esos que, en sus noches de desvelo, se creen el cuento de que aspiran a la presidencia de la república. A los que su inocencia los hace levitar e irrumpir en el embeleco de aspirar, cuando su interior los ametralla de fábula. Finalmente, ¡Somos una democracia vibrante! Y todo parte de lo que expresé en una columna anterior: no hay exigencias mayores para quienes busquen aterrizar en la Casa de Nariño. En realidad, un aspirante en Colombia al solio presidencial, no requiere de una especialización o maestría; de hecho, ni siquiera debe tener un título universitario.
En su artículo 191, la Constitución Nacional pergeña cuáles son los requisitos para ser presidente. Estos son bastante asequibles: “Ser colombiano por nacimiento, ciudadano en ejercicio, mayor de treinta años y haber residido en el país al menos durante los últimos seis años antes de la elección”. Entonces, los que sueñan tienen el terreno abonado para volverse fantaseadores: Y su escrúpulo, les da una palmadita en la espalda. Si bien el escenario hoy, sigue siendo biche para los connotados, qué decir para los que solo conocen en su casa y en el círculo íntimo de sus amistades. Por supuesto que el vaivén político sigue moviendo su péndulo, pero es que aquí estamos frente a una volquetada de folclore y de quimera; de candidez e ingenuidad.
La Registraduría entregó la Resolución 6064 del 22 de mayo de 2025, en la que se detallan los requisitos que deberán cumplir los precandidatos interesados. Uno de estos establece que el número de firmas requeridas será equivalente al 3 % del total de votos válidos en las elecciones presidenciales últimas, lo que corresponde aproximadamente a 630 mil firmas, las cuales deberán ser entregadas antes del 17 de noviembre. Acto seguido, la Registraduría tendrá hasta el 21 de enero de 2026 para verificar su validez y determinar si se cumple con el número mínimo exigido. ¡El machetazo!
Por eso, la tarea para Essau Jackson Peña, del movimiento Colombia Despierta y, para sus “colegas” de puerilidad: Estefanía Arenilla y Diego Felipe Urrea, es peliaguda: buscar en la caridad pública una firmita por amor a Dios. Implorar una rúbrica, bajo el asedio al transeúnte. Las elecciones presidenciales en Colombia serán en mayo de 2026, en una liza que busca llegar a la Casa de Nariño. Y esa avalancha, arrastra primero a los que —embadurnados de ingenuidad—, de todas maneras mojan prensa en las primeras de cambio, despuntando en periódicos que luego sirven para madurar aguacates....