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Lo anterior evidenció un par de cosas. La primera es que, sin duda, existe una masa crítica ávida de contenidos culturales como este. Ojalá celebráramos más libros, llenáramos más plazas y teatros.
Por Sara Jaramillo Klinkert - @sarimillo
Crees que lo difícil es escribir un libro, pero apenas lo escribes te das cuenta de que lo difícil es encontrar un editor dispuesto a publicarlo. Apenas ocurre piensas que no puedes desear más. Ver tu libro sobre la mesa de novedades de las librerías te hace creer que agarraste el cielo con las manos. Te equivocas. Lo difícil no es escribirlo ni publicarlo sino conseguir que se venda. Si tienes la suerte de que la gente lo compre te darás cuenta de que lo difícil tampoco es eso. Lo difícil es que lo lea. A fin de cuentas ¿qué es un libro sin lectores? Un arrume de hojas acumulando polvo sobre una repisa. Sin embargo nada de lo anterior basta, el libro tiene que ser degustado, compartido, recomendado, reseñado. Los lectores tienen que apropiarse de él, sentir que la historia les pertenece. Por eso, cuándo me preguntan: ¿Qué es un libro? respondo que es un artefacto al que los lectores dan vida. Quien iba a imaginarse que, en una cadena tan larga, son ellos los que tienen el verdadero poder.
Hace unos meses se me ocurrió que debía encontrar una manera de agradecerles. La excusa era que mi primera novela, Cómo maté a mi padre, estaba a punto de cumplir cinco años y quince ediciones. La idea inicial no era nada ambiciosa, pensábamos hacer una lectura coral de los capítulos favoritos en una librería. Pero, como ciertas ideas tienen vida propia, esta terminó convirtiéndose en una performance gratuita en el Teatro Metropolitano. La pregunta no dejaba de desvelarme noche tras noche. ¿Había suficiente público para llenar un espacio tan grande? Yo sólo pensaba en cómo íbamos a disimular las sillas vacías. Ni en mis pronósticos más optimistas, imaginé lo que ocurriría. Los lectores hicieron fila en la taquilla del teatro y, en veinticuatro horas, agotaron las boletas. ¡Qué alguien me pellizque, por favor!
Lo anterior evidenció un par de cosas. La primera es que, sin duda, existe una masa crítica ávida de contenidos culturales como este. Ojalá celebráramos más libros, llenáramos más plazas y teatros, encontráramos más formas de que la literatura se desacartone e interactúe con las demás manifestaciones artísticas. Las ferias del libro, la cantidad de clubes de lectura y la apertura de editoriales independientes y librerías vienen evidenciando una gran trasformación en el sector, aun así, el ecosistema del libro en general, no siempre recibe el apoyo que merece.
La segunda es que, cuando cumples un sueño, lo primero que debes hacer es mirar alrededor. Es verdad que lograr algo importante lleva esfuerzo de tu parte, pero ese esfuerzo nunca basta. Nada ocurre por ti mismo, no eres tan suficiente, necesitas a los demás. Por eso, quiero agradecer a mis editores, a los libreros, a la prensa, a los patrocinadores, a los amigos que se sumaron ciegamente a este proyecto cuando ni siquiera imaginábamos a dónde iba a llevarnos. Pero, sobre todo, quiero agradecer a ustedes, queridos lectores. Por creer, por sumarse, por elegir leer en un mundo pleno de bulla y distracciones. ¿Se dan cuenta? El 3 de diciembre no vamos a celebrar un libro, los vamos a celebrar a ustedes.