Hubo un tiempo en el que la prensa colombiana mencionaba diariamente a las Farc: un atentado por aquí, una masacre por allá, un secuestro masivo en otro lugar. Las Farc estaban llenándonos de miedo, nos estaban destruyendo como país. Cuando llegaron las negociaciones del Caguán, mi padre estaba vivo y yo era un adolescente. Le pregunté si con esta negociación al fin llegaría la paz a Colombia. Mi padre aprovechó un semáforo en rojo en la avenida San Juan, me miró y me dijo: “¡Ojalá! Colombia ha vivido tanto tiempo en guerra, hemos malgastado tantos años en esto que ya es justo que vivamos por fin en paz. La paz cuesta mucho, hijo, pero la guerra cuesta más, mucho más. La paz nos pone a prueba como seres humanos y hay seres humanos, paradójicamente,...