El ruido y algarabía del exterior llamaron su atención. Él se merecía un descanso, luego de sus mil batallas. Después de una vida militar intensa y llena de triunfos, que le convirtieron en un icono de la historia, perdió la última, la que define quién se queda con el botín.
Pero él no estaba para descansar. Quería averiguar el motivo del alboroto allá afuera. Salió a la calle a ver que pasaba. Miles de personas, armadas con palos, piedras y una rabia intensa, marchaban al edificio del Senado. Los impuestos los asfixiaban.
Era el costo de la derrota. Cartago debía pagar a los romanos la cuantiosa indemnización exigida por estos. Mientras los senadores cartagineses no pagaban los tributos y se mostraban indiferentes a la corrupción que carcomía...