viernes
no aplica
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Por Sara Jaramillo Klinkert - @sarimillo
Un libro para la sala de espera del odontólogo, del banco, de la oficina de pasaportes, en realidad, para cualquier fila o sala de espera. Un libro para quienes no pueden dormir y también para quienes viven dormidos, a ver si despiertan. Un libro para la playa, la piscina, el sillón y la hamaca; para los que tienen buena vista y para los que no tienen ventana; para los que viven en el ayer y los que sólo piensan en mañana. Le receto un libro a quienes no tienen dinero, incluso a quienes les sobra para que se den cuenta de que la dicha también puede ser barata. A los nostálgicos, los pesimistas y los que andan tristes les receto un libro. O dos. O tres. Todo depende del tamaño de la pena. A los que andan de duelo le receto todos los libros para que entiendan por qué digo que la ausencia es un hueco que nunca se llena.
Nada mejor que un libro para los que aún ven monstruos debajo de la cama, los que andan de dieta, los entusados, los insomnes, los ansiosos y los adoloridos: a veces el truco es embolatar la mente, permitir que la historia te agarre y así el miedo, el hambre, los corazones rotos, las ovejas, los dolores y las angustias desaparecen, al menos, por un momento. Muchos, muchos, muchísimos libros para los que sólo ven Netflix, para los que el mundo se reduce a una pantalla, para los que rechazan paseos a lugares donde no funciona el celular, para los que juzgan demasiado, pero son incapaces de reconocer en sí mismos aquello que tanto juzgan. Leyendo se darán cuenta de algo que nadie va a decirles: hay vida más allá de sus minúsculas vidas.
Si dices no tener tiempo para leer significa que no hay nadie más necesitado de un libro que tú. Si eres de los que crítica todo y a todos, seguro te urge ampliar tu mundo y, antes de que digas que no tienes dinero para viajar, me adelanto a decirte que el mundo se ensancha a punto de páginas, no de kilómetros y que un buen personaje te enseñará más cosas que la mayoría de las personas con las que convives, pues apuesto a que son como tú, piensan como tú, les gusta lo mismo que a ti y así es muy difícil aprender a tolerar la diferencia. Si te crees tan pobre como para comprar un libro, ve a una biblioteca. Si lo tuyo es la fiesta pasa por la del libro, cuélate en alguna charla, conversa con los autores, ojea todos los libros que alcances, participa en algunas de las más de dos mil actividades, todas son gratuitas. Si encuentras otra excusa para no leer a lo mejor fue porque tuviste una mala experiencia, un mal profesor o, simplemente, te faltó una buena dosis de ejemplo en casa. Date otra oportunidad, en algún lugar espera por ti un libro que te va a volar la cabeza. Búscalo. No descanses hasta encontrarlo. Te lo advierto: de una experiencia así no se regresa, justo para eso se hacen ferias de libros y este semestre, casualmente, está lleno de ellas.