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La pelea Petro-Pastrana va camino a recíprocas denuncias penales por injuria y calumnia. Cada uno sabe que eso no llega a nada. Colombia es campeón de impunidades.
Por Alberto Velásquez Martínez - opinion@elcolombiano.com.co
Se mueve el espectáculo nacional. Faltaba Pastrana en el elenco. No se podía quedar por fuera. Aseguró que “Petro no ha sido otra cosa que la fusión de gobierno con narcotráfico bajo el velo de la farsa denominada paz total”. Este reaccionó recordándole al agresor su vieja amistad con un pedófilo de fama internacional condenado por tener una isla dedicada al abuso sexual de menores de edad. Allí el gringo retozaba con niñas hasta que fue pillado por la justicia norteamericana. Torticera sindicación que alguna vez la había insinuado Ernesto Samper y que en su momento aclaró Pastrana.
Meses antes, Petro ya había sacado a César Gaviria de la función, dejándolo extenuado en las cuerdas del partido liberal. Luego le hizo desaires a Santos, lo que provocó una guerra de sarcasmos con el Nobel de la Paz. Después lanzó dardos contra Iván Duque y este contestó sus provocaciones. A Samper lo mira con recelo. No lo deja arrimar mucho. Con Uribe toma tinto, lo deja enfriar, lo recalienta y aspira a volverlo turbio a través del pocillo del mitómano Mancuso.
La pelea Petro-Pastrana va camino a recíprocas denuncias penales por injuria y calumnia. Cada uno sabe que eso no llega a nada. Colombia es campeón de impunidades, en donde de las muchas cosas que se vencen están los términos judiciales.
Como telonero del divertido espectáculo apareció el canciller Leyva. Acusó a la directora de la Agencia de Defensa Jurídica del Estado, la señora Zamora, de no “defender al presidente”. Le gritó y la tumbó del cargo. Petro es el Estado, ha debido pensar el zalamero, “El Estado soy Yo”.
Estando en Dubai, al presidente le amargó su viaje la Corte Constitucional. Si bien le avaló su ley de Paz Total, le quitó los afilados dientes de impunidad. “No puede disponer el presidente la liberación de quienes han sido detenidos por orden judicial”. Sentenció que “mientras las bandas continúen desarrollando sus actividades delictivas, el Estado tiene el deber de perseguirlas con la fuerza del derecho”. El fiscal Barbosa reforzó la postura de la Corte señalando que las personas de la “primera línea” y los voceros de paz no pueden salir de la cárcel por decisión del Ejecutivo, porque eso viola la separación de poderes.
Mientras la Corte hablaba, Petro en los países petroleros retomaba el curso de sus deshilvanadas conferencias. Expresó que el problema palestino se originaba en la crisis del cambio climático. Lo mismo le había pasado hace pocos meses en la Universidad de Stanford cuando en un tratado de absurdos mezcló premisas incorrectas para sacar conclusiones extravagantes. Fue tan bochornosa su palabrería que el aula en donde peroraba se quedó semivacía. Se salvó, como en Dubai, de que le dieran el master en galimatías.
Se despidió de los Emiratos Árabes con un salpicón de disparates. Resucitó a Hitler y sentenció que Colombia “dejará de firmar nuevos contratos de exploración de carbón, petróleo y gas”. Un desatino más, no solo por las malas condiciones fiscales del país sino porque, según expertos, “no tendría ningún efecto en la reducción del CO2 a nivel global”.
Definitivamente, cuando falte Petro, ¿quién animará la comedia nacional?