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La crisis venezolana ya ha expulsado a más de 4 millones de personas, la mayor parte en los últimos dos años. El destino: básicamente Latinoamérica, encabezada por Colombia (1,5 millones aproximadamente), Perú (850.000) y Chile (300.000). Y no hay señales que esto parará.
Nunca se había producido en la región un fenómeno migratorio de esta envergadura; es la mayor crisis migratoria de su historia. Pero no se notan aún las reacciones políticas que corresponderían. Por mucho menos la región se organizó en los 80 ante los refugiados huyendo de las guerras internas en Centroamérica.
Un factor contributivo de esto ha sido el impacto de sanciones externas a Venezuela en el plano de las exportaciones petroleras que no parece haberle hecho mella al Gobierno, pero sí a la gente.
En este contexto crítico, preocupan particularmente dos cosas: primero, lo poco efectivo de los esfuerzos de coordinación entre los países latinoamericanos. Esto es urgente para compartir políticas, estrategias y respuestas. Segundo, y como correlato de lo anterior: urgente la acción político-diplomática concertada para la cooperación de la comunidad internacional. Poco o nada articulado se está haciendo aún. *(Columna completa en www.elpaís.com).