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Un sistema parlamentario que tenga guerrilleros o exterroristas o terroristas en reposo siempre va a tener este tipo de problemas. Pero los demócratas no nos vamos a dejar apabullar por el terrorismo, por los casos de elogio o encomio del pasado terrorista que hacen ellos mismos. Vemos cómo sin rubor alguno las Farc reivindican sus atentados como si fuesen actos de guerra, actos heroicos; o al señor Petro hacer cantos de elogio a la toma del Palacio de Justicia o a la masacre de los magistrados. Ese tipo de eventos en una democracia sólida no ocurrirían. Pero siempre que haya actores, gestores, tanto activos como latentes, del terrorismo en el Congreso, va a haber ese problema. Y eso no tiene sino una explicación: líderes como Álvaro Uribe no surgen todos los días. Somos capaces sin ninguna dubitación y, sobre todo, sin ningún temor, de confrontarlos.
Si se mira lo que pasa en las elecciones del próximo 28 de abril en España, se ve que con ese mismo ímpetu y esa fuerza el pueblo español está enfrentando a los terroristas vascos y a los separatistas catalanes.
No creo que las expresiones del presidente Uribe sean excesos, yo las comparto plenamente, eso es presencia de ánimo democrático. Nosotros no aceptamos la interlocución con el terrorismo, ellos deben estar es respondiendo ante los jueces. Hay gente que prefiere lo contrario, por cobardía democrática.